La certeza
En cada lugar, en cada momento, donde menos lo esperas, la vida te enseña, te educa, te hace reflexionar.
Hace unas semanas disfruté una película, Cónclave,
filmada en 2024, sobre el proceso de elección —por parte del colegio cardenalicio
de la Iglesia católica— de un nuevo papa, cuando el anterior fallece o
renuncia.
Durante el desarrollo del film, el cardenal
encargado de organizar el cónclave dirige la primera reunión oficial con un
mensaje que comienza evocando, en pocas palabras, los méritos del papa
recientemente fallecido.
Consciente de que la nueva elección será
crucial para la vida de la Iglesia —porque quien resulte electo marcará su
rumbo—, en el seno del colegio ya se perfilan dos grupos:
Por un lado, los conservadores, que opinan que
la ruta debe atenerse a la ortodoxia que durante siglos ha delineado el
pensamiento eclesiástico: conservar el celibato, rechazar el divorcio entre
feligreses, limitar la participación de las mujeres en la dirección de la
Iglesia, prohibir prácticas anticonceptivas, etcétera.
Por el otro, los progresistas o liberales, que
marchan en sentido opuesto.
Ante ellos, el cardenal expone la tesis de que
la fe en Dios debe aconsejarles elegir al mejor candidato, y para ello —dice—
hay que apartar de la mente y del corazón la idea de certeza.
Les advierte que esa seguridad, construida en
la experiencia y en el ejercicio sacerdotal de años, puede volverse enemiga de
la duda. Y la duda, sostiene, es el terreno fértil de la fe. Porque la
fe —base del pensamiento cristiano— consiste justamente en la convicción de
aquello que no se puede probar.
No tenemos evidencia de la existencia de Dios.
No lo sabemos con certeza. Y, sin embargo, creemos. Confiamos en que Él está
presente.
A veces dudamos, y está bien. Porque es en la duda
misma donde nace la fe.
Cuando otros proponen que la Iglesia debe
caminar por nuevos senderos o explorar horizontes distintos, no podemos
oponernos ciegamente solo porque creemos tener la certeza de que esas rutas
están equivocadas.
Debemos abrirnos a la posibilidad de estar
equivocados. Debemos recordar que no se trata de tener la razón, sino de buscar
lo mejor.
Esa idea me hizo reflexionar profundamente.
La duda no solo es la base de la fe, también
lo es de la ciencia. El conocimiento científico se construye y se fortalece
mediante la revisión constante. ¿Cuántas veces hemos visto que aquello que la
ciencia afirmaba como cierto fue transformado, corregido o incluso descartado
gracias a alguien que se atrevió a dudar?
Los viejos —y yo ya soy uno de ellos— tendemos
a pensar que los tiempos pasados fueron mejores. Pero si examinamos con cuidado
nuestro entorno social, económico y político de entonces, y lo comparamos con
el de ahora, en el ocaso de nuestras vidas, no cabe duda de que mucho ha
cambiado.
Y no debemos mirar esos cambios con egoísmo,
guiados solo por lo que a nosotros nos funcionó, sino pensar en la
sociedad en su conjunto.
Puestos en la balanza lo positivo y lo
negativo, es posible concluir que el mundo que reciben nuestros hijos, nuestras
familias, nuestros amigos —e incluso quienes no conocemos— ofrece más
oportunidades y mayores retos que aquel que heredamos nosotros al nacer.
Del tiempo de los dinosaurios al de la
inteligencia artificial hay un abismo. Cada generación enfrenta sus propios
desafíos, debe resolver nuevas situaciones y recorrer caminos distintos.
Debemos confiar en que lo harán mejor que
nosotros.
No tenemos la certeza. Tal vez fallarán. Tal
vez acertarán.
Pero a ellos les toca actuar, vivir, y heredar lo que viene.
Solo podemos esperar haber sembrado algo que otros puedan cosechar.
P. D.
Debemos confiar en que el futuro, en medio del caos aparente, guarda nuevos y
mayores mundos.
Mi nieta Romina, de apenas 19 años, tiene en
su habitación varios postines con frases que dicen:
¿Vivo en la necesidad de ser especial?
¿Amar a alguien en silencio es lo más ruidoso
que puedes hacer?
¿Cómo volar si estoy atada al suelo?
¿Alguien ayúdeme a hacer más que sobrevivir?
¿Empecé a caminar cuando sabía volar?
¿Seré más de lo que siempre he sido?
¿Traté de hablar pero nadie puede escuchar,
así que solo espero una respuesta?
¿Cuando estás en un bosque de verdad haces
algún sonido? ¿Yo habré hecho un sonido?
¿Estoy confundida sobre quién debería ser?
¿De todas las voces en mi cabeza, la mía es la
más fuerte?
¡BRAVO, NIETA!
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