Año de nones, año de dones

6 de mayo de 1935-2025

Un dicho supuestamente sabio refiere que los años nones —aquellos cuyo numeral termina en impar, como el actual— se caracterizan porque, durante su transcurso, ocurren sucesos gratos o fastos. Ojalá sea cierto.

Por lo pronto, el día de hoy, 6 de mayo, cumplo 90 años. Cuando recién nací, en los primeros quince días, libré día a día una batalla por sobrevivir, al grado de que el médico que atendía a mi madre le anticipó: “Si no mejora pronto, su niño se va a morir.” Por supuesto, al oír eso, dije en mi mente: “Eso no sucederá.”

Por fortuna, aquí estamos todavía.



La vida —somos conscientes— se puede resumir en que nacemos, crecemos, maduramos y morimos. Conforme a las expectativas actuales, en mi caso ya rebasé el promedio de sobrevivencia y, en cierto modo, vivo días extras. Y, usualmente, en esta etapa es bastante incierto si nos quedan pocos, algunos, pero obviamente no muchas jornadas. Eso no me atemoriza ni me causa miedo; además, de ese asunto nadie escapa.

En mi recuento —inhábil, si se quiere— de lo positivo y lo negativo, el saldo resulta sin duda favorable.
Puedo afirmar, parodiando algún párrafo de un poema: “Vida, si me debes, si te debo, vamos compensando o cancelando cuentas, y en sana paz”.

Alguna vez, en el transcurso de mi vida, una dama —con razón o sin ella— me dijo: “Como siempre, ha de ser a tu manera.” No me lo creo, pues cada paso en la vida está sujeto a mil condicionantes, la mayoría fuera de nuestro control. Sin embargo, en el balance general, me agrada suponer que lo acontecido se refleja en dos caras de una misma canción. Me refiero a la inolvidable pieza A mi manera (My Way), cuya versión reza:

El final se acerca ya
Lo esperaré serenamente
Ya ves, yo he sido así
Te lo diré sinceramente...

Viví la inmensidad
Sin conocer jamás fronteras
Jugué sin descansar
Y a mi manera

Jamás viví un amor
Que, para mí, fuera importante
Corté solo una flor
Y lo mejor de cada instante

Viajé y disfruté
No sé si más que otro cualquiera
Si bien, todo esto fue
A mi manera

Tal vez lloré o tal vez reí
Tal vez gané o tal vez perdí
Ahora sé que fui feliz
Que si lloré, también amé
Puedo seguir hasta el final
A mi manera

Quizá también dudé
Cuando yo más me divertía
Quizá yo desprecié
Aquello que no comprendía

Hoy sé que firme fui
Y que afronté ser como era
Y así logré vivir
Pero a mi manera

Porque sabrás que un hombre al fin
Conocerás por su vivir
No hay por qué hablar, ni qué decir
Ni recordar, ni qué fingir
Puedo seguir hasta el final
A mi manera


Esa misma canción —que según me enteré deriva de una original francesa—, en ese idioma se llama Comme d’habitude, y también resulta, paradójicamente, similar en tono.
La versión francesa rememora la vida del día a día, lo que acostumbramos a realizar como actos cotidianos.
Empieza, bajo la misma cadenciosa música, diciendo: Me levanto, me visto, tomo un café, salgo al trabajo, laboro en el día, regreso, converso, a veces abrazo al fuego con mi pareja y duermo.

Ambas versiones reflejan, en gran parte, lo que fue mi vida. Es verdad que a veces amé, otras acerté, pero al final fui feliz. Y hoy, casi por concluir la batalla de la vida —donde en su curso perdí seres entrañables: padres, hijo, esposa, hermanos, familiares y amigos—, considero que las metas de ser un hombre que contribuyera para su familia y la sociedad, con granos de arena para acrecentarlos en mi visión, las he cumplido.

Pero no me corresponde valorar si eso así fue o si es solo una ilusión de mi parte.

En mi epitafio solo espero que diga:

“Fue hijo, esposo, padre, abuelo, abogado, maestro, criminólogo y criminalista. Ya no corras. Cumpliste."

Gracias. 

Posdata: todavía me valgo por mí mismo, y a eso aspiro día a día, hasta el fin.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Aniversario 89

El arte de mentir

Instituto Intergaláctico de Juristas