Leonardo Padura
Seguramente para algunos de mis lectores el nombre de Leonardo Padura les sea conocido porque se trata de un "hombre de letras", pero con mayúscula.
Padura se ha ganado por méritos indudables un espacio entre los novelistas latinoamericanos como uno de los mejores. A la fecha ha obtenido importantes premios, entre ellos el "Princesa de Asturias" en 2015.
Leonardo Padura nació en La Habana, en el barrio de Mantilla. La dicha de gozar en la infancia el disfrute de la vida provinciana de la periferia de una urbe, al grado tal que cuando niño llegó a trasladarse a la Habana "vieja", a la agitada zona turística o los barrios de los grandes comercios, restaurantes, cines, etc.; se trataba de excursiones a la gran ciudad, a la "Niza del Golfo de México", ¡sí, a la Perla de nuestro Golfo! Era como viajar a otra dimensión, lo que ha queda grabado indeleblemente para siempre en su existencia.
"Ir a La Habana" es la novela biográfica de la vida de este autor. Es una novela porque en ella conviven constantemente referencias a sus múltiples trabajos literarios y es biográfica porque coloca al lector en el transcurrir de sus días y años apegado siempre a su barrio donde ha residido hasta la fecha, y a la vez, conectado al trajín de una ciudad que a la par que su existencia ha venido cambiando en una forma camaleónica.
No puede dejar de mencionarse que Padura nació prácticamente cuando la revolución cubana llegó al poder en 1959, por lo que le ha tocado en suerte, como lo expresa en sus propias palabras en el "Preliminar" de su reciente novela:
Padura llegó a mi vida a través de su novela "El hombre que amaba los perros". Me interesé en la lectura de esta obra porque abordaba, según me enteré, la vida de Joaquín Mercador del Río, el asesino del líder revolucionario León Trotsky, cometido en la ciudad de México en 1940, cuyo magnicidio estremeció al mundo, noticia que desplazó por algún tiempo el interés internacional a pesar de que ya se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial.
Suponía equivocadamente que la novela de Padura abordaría ese magnicidio y por mi afición a la criminología sentía curiosidad sobre lo que podía ofrecer sobre el particular. Mi expectativa fue sorprendida gratamente. La novela de Padura es una delicia, donde no supe si admirar más el manejo del tema o la maestría del lenguaje.
A mis cuatro lectores, no les doy más pistas porque les recomiendo ampliamente esa lectura.
Después de "El hombre que amaba los perros", he leído otras novelas, y pude conocer al personaje Mario Conde, un policía investigador del que no pude menos que admirar su sencillez, sus manías, su perspicacia, su apego a su mujer y amigos, y que lo hace entrañablemente humano y ameno.
De Padura reconozco que me identifica su afición al deporte, si bien por él el béisbol es una pasión, en mí, como decía mi esposa: "Si se trata de una competencia deportiva, así sea de canicas", y la otra, donde también soy mero aficionado, los libros, en tanto que Padura no solo los lee o los escribe, sino que como anticuario los persigue como sabueso y eso le ayuda económicamente en su cotidiano existir, donde el día a día en Cuba es una tarea extenuante y sin fin.
En noviembre de 1994 visité La Habana y la playa de Varadero, en calidad de turista, al lado de mi esposa y de mi hija Verónica, y quedamos admirados por su belleza, paisajes, sitios y cuantos lugares, como cualquier turista. A la vez me dejó asombrado el deterioro de edificaciones, casas, y en general del equipamiento de instalaciones públicas y de la escasez alimentaria de su población. Por casualidades que no faltan, trabamos relación con dos cubanos que eran concuños, casados con dos hermanas, y que ofrecían, al margen del oficialismo, servicios a turistas para llevarlos a sitios para comer, paseos y convivencia con cubanos. En cuanto podía los interrogaba sobre la situación política del castrismo, uno de ellos, el mulato, consideraba a Fidel como una especie de madre que velaba por los cubanos; el otro, mestizo, como si fuera europeo, se mostró hermético. A duras penas nos relató, cuidando de que su concuño no estuviera cerca, que en Cuba, una reunión de más de tres personas en una esquina cualquiera era invitación segura para que de inmediato se presentara un jeep de policías o del ejército armados para indagar.
De mi parte me extrañaba que en las novelas de Padura el tema político no se abordara, o su mención era marginal. En su novela "Ir a la Habana", con la elegancia literaria que lo caracteriza, escribió sobre este asunto así:
Nuestro personaje visitará Torreón el próximo 28 de febrero con motivo de presentar su novela "Ir a la Habana" . ¡Bienvenido Leonardo Padura, mi casa es tu casa! Recibe un abrazo de uno de tantos admiradores de tu trabajo.
Posdata: Saluda a todos los tuyos. Molto obbligato.
Padura se ha ganado por méritos indudables un espacio entre los novelistas latinoamericanos como uno de los mejores. A la fecha ha obtenido importantes premios, entre ellos el "Princesa de Asturias" en 2015.
Leonardo Padura nació en La Habana, en el barrio de Mantilla. La dicha de gozar en la infancia el disfrute de la vida provinciana de la periferia de una urbe, al grado tal que cuando niño llegó a trasladarse a la Habana "vieja", a la agitada zona turística o los barrios de los grandes comercios, restaurantes, cines, etc.; se trataba de excursiones a la gran ciudad, a la "Niza del Golfo de México", ¡sí, a la Perla de nuestro Golfo! Era como viajar a otra dimensión, lo que ha queda grabado indeleblemente para siempre en su existencia.
"Ir a La Habana" es la novela biográfica de la vida de este autor. Es una novela porque en ella conviven constantemente referencias a sus múltiples trabajos literarios y es biográfica porque coloca al lector en el transcurrir de sus días y años apegado siempre a su barrio donde ha residido hasta la fecha, y a la vez, conectado al trajín de una ciudad que a la par que su existencia ha venido cambiando en una forma camaleónica.
No puede dejar de mencionarse que Padura nació prácticamente cuando la revolución cubana llegó al poder en 1959, por lo que le ha tocado en suerte, como lo expresa en sus propias palabras en el "Preliminar" de su reciente novela:
…vivo, escribo y padezco el sitio del mundo al que pertenezco, como una bendición o una fatalidad inapelables; como el agua que en esta isla nos rodea por todas partes.
Padura llegó a mi vida a través de su novela "El hombre que amaba los perros". Me interesé en la lectura de esta obra porque abordaba, según me enteré, la vida de Joaquín Mercador del Río, el asesino del líder revolucionario León Trotsky, cometido en la ciudad de México en 1940, cuyo magnicidio estremeció al mundo, noticia que desplazó por algún tiempo el interés internacional a pesar de que ya se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial.
Suponía equivocadamente que la novela de Padura abordaría ese magnicidio y por mi afición a la criminología sentía curiosidad sobre lo que podía ofrecer sobre el particular. Mi expectativa fue sorprendida gratamente. La novela de Padura es una delicia, donde no supe si admirar más el manejo del tema o la maestría del lenguaje.
A mis cuatro lectores, no les doy más pistas porque les recomiendo ampliamente esa lectura.
Después de "El hombre que amaba los perros", he leído otras novelas, y pude conocer al personaje Mario Conde, un policía investigador del que no pude menos que admirar su sencillez, sus manías, su perspicacia, su apego a su mujer y amigos, y que lo hace entrañablemente humano y ameno.
De Padura reconozco que me identifica su afición al deporte, si bien por él el béisbol es una pasión, en mí, como decía mi esposa: "Si se trata de una competencia deportiva, así sea de canicas", y la otra, donde también soy mero aficionado, los libros, en tanto que Padura no solo los lee o los escribe, sino que como anticuario los persigue como sabueso y eso le ayuda económicamente en su cotidiano existir, donde el día a día en Cuba es una tarea extenuante y sin fin.
En noviembre de 1994 visité La Habana y la playa de Varadero, en calidad de turista, al lado de mi esposa y de mi hija Verónica, y quedamos admirados por su belleza, paisajes, sitios y cuantos lugares, como cualquier turista. A la vez me dejó asombrado el deterioro de edificaciones, casas, y en general del equipamiento de instalaciones públicas y de la escasez alimentaria de su población. Por casualidades que no faltan, trabamos relación con dos cubanos que eran concuños, casados con dos hermanas, y que ofrecían, al margen del oficialismo, servicios a turistas para llevarlos a sitios para comer, paseos y convivencia con cubanos. En cuanto podía los interrogaba sobre la situación política del castrismo, uno de ellos, el mulato, consideraba a Fidel como una especie de madre que velaba por los cubanos; el otro, mestizo, como si fuera europeo, se mostró hermético. A duras penas nos relató, cuidando de que su concuño no estuviera cerca, que en Cuba, una reunión de más de tres personas en una esquina cualquiera era invitación segura para que de inmediato se presentara un jeep de policías o del ejército armados para indagar.
De mi parte me extrañaba que en las novelas de Padura el tema político no se abordara, o su mención era marginal. En su novela "Ir a la Habana", con la elegancia literaria que lo caracteriza, escribió sobre este asunto así:
…particularmente dolorosos el inicio de una polarización entre afectos y desafectos al sistema que se engendró… y que no ha hecho más que crear con los años, hasta encallarse y emponzoñarse, provocando una división lacerante y hasta agresiva entre las personas y sus ideas y decisiones. Y por supuesto, el proceso también trajo profundas transformaciones económicas (la desaparición de una clase y la proletarización de toda la sociedad, incluido mi padre) …
Nuestro personaje visitará Torreón el próximo 28 de febrero con motivo de presentar su novela "Ir a la Habana" . ¡Bienvenido Leonardo Padura, mi casa es tu casa! Recibe un abrazo de uno de tantos admiradores de tu trabajo.
Posdata: Saluda a todos los tuyos. Molto obbligato.
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