Las tocadas familiares


Antes de que el pensamiento vuele hacia otros temas, es importante explicar el significado del título de estas líneas. La palabra "tocadas" se refiere aquí a aquellas reuniones que, en los años 80, organizaba la familia cada cuatro o cinco meses en la casa. Estas reuniones eran espacios donde se congregaban amigos, quienes a su vez invitaban a otros que resultaban a la postre, amigos. Casi todos tenían la habilidad de tocar instrumentos musicales, desde el piano hasta las maracas, y al comenzar la noche se daba inicio a veladas musicales que ahora, en el recuerdo, resultan inolvidables.

Como tantas cosas en la vida, vivimos momentos felices sin percatarnos de ello. Así ocurrió con nuestras reuniones. Los amigos que se reunían eran verdaderos profesionales en su expresión artística, haciendo de cada tocada un evento donde imperaba la calidad.

Carlos Ramos era un asistente constante. Destacado intérprete de piano y teclados, Carlos pertenece a una familia de músicos distinguidos; su padre y su hijo son prueba de una herencia musical que enorgullece a esta comarca. Carlos, con su pasión por la música, era de los primeros en llegar y el último en retirarse, siempre con una sonrisa, amabilidad y bonhomía que lo caracterizan hasta la fecha. En alguna ocasión, llegó a irse casi al amanecer, sin dejar de tocar en toda la noche.

Javier "Willy" Hermosillo también era un entusiasta al nivel de Carlos Ramos. Su instrumento era la batería. En sus años de estudiante, Javier residió en Monterrey, donde formó parte de un grupo que actuaba profesionalmente bajo el “original” nombre de "Los Cuatro", en referencia a los cuatro integrantes de la banda. Recuerdo cómo, en las tocadas familiares, Javier pedía que se apagaran las luces al tocar en solitario, permitiendo que su "otro yo" se adueñara de la batería. Su rostro se transformaba en mil expresiones de gozo al tocar.

Hay una anécdota sobre Javier: él vivía en la colonia Campestre La Rosita, donde tenía un perro bravo que cuidaba con celo su hogar. Un vecino, el licenciado Rangel de León, acostumbraba a salir a correr en las mañanas y, según Javier, él y su perro se veían con malos ojos. Un día, el perro atacó al abogado y lo mordió en la pierna. El disgusto del licenciado escaló, y, siendo conocido por su afán litigante, terminó denunciando a Javier ante el Ministerio Público. Asistí a Javier en la cita legal, donde él defendió la "legítima defensa" de su perro, argumentando que el abogado había invadido el jardín exterior. Rangel reclamaba daños por la mordida, mientras Javier sostenía los mismos conceptos al abogado porque a su juicio su perro podía haberse contagiado de rabia al morder al profesionista. Yo le di la razón a Javier, pues bastaba ver al abogado que hasta espuma arrojaba por la boca.

Otro habitual era mi amigo y colega, el licenciado Jorge Mario Cárdenas González, un virtuoso del violín, que daba un toque especial a las reuniones. Él, a su vez, tenía un grupo de colegas saltillenses que también eran músicos destacados, como el licenciado David Ortiz Ramírez, diestro en el tololoche. Por mi parte, asistí pocas veces a las veladas de ese grupo, conocidas por sus bromas, algunas de ellas bastante pesadas. Recuerdo una en particular: al licenciado Benigno Aguirre, apodado “Maligno” por su fama como abogado, le enviaron una corona de flores al hospital cuando fue internado por problemas cardíacos, haciendo referencia a su "prematura muerte".

Los hermanos Palomares también destacaban en las tocadas. Ellos combinaban su profesión musical con la atención de una tienda de artículos deportivos.

Mención especial la debió a la propia música leit motiv de las tocadas. Cómo no emocionarse con las piezas de jazz que eran canciones improvisadas al calor de la reunión, a los boleros con los éxitos de siempre, de compositores nacionales y extranjeros. Un deleite que se prolongaba frecuentemente hasta las seis de la mañana y sólo con tiempo de bañarse, cambiarse, desayunar y a la chamba, lo que no importaba en demasía, porque se era joven y eso sólo sucede una vez en la vida.

Décadas después de la época dorada de las tardeadas familiares, un amigo abogado, el licenciado Guillermo Cisneros, construyó una finca cerca de la actual presa Centro Penitenciario, con una sala para tocar instrumentos. En estas nuevas reuniones, Guillermo invita a amistades con gustos musicales de antaño: boleros, tangos y rock clásico. Entre los invitados se encuentran músicos que alguna vez formaron parte de grandes agrupaciones, como un integrante del famoso trío Los Tecolines y Marco Antonio Vázquez, quien, aún a sus más de 80 años, viaja hasta esta ciudad para deleitarnos con su estilo.

En el tintero han quedado sin mencionar amistades que como intérpretes o asistentes gozamos en aquellos tiempos felices, cuando nos labrábamos el futuro que ahora ya nos alcanzó y que recordamos con nostalgia.

Posdata: Volverán las oscuras golondrinas, pero el tiempo pasado no volverá.

Comentarios

  1. Recuerdo con deleite esas "tocadas", cuando llegamos a radicar en La Laguna. Se vivía un entusiasmo por el placer de la ejecución en los instrumentos y el gusto de quienes escuchábamos en un ambiente alegre e inspirador.

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