Las tradiciones
Como todo en la vida, algunas tradiciones perduran por años, otras se transforman, y hay algunas que incluso desaparecen.
Hoy podemos ver danzas, sobre todo en festividades religiosas, en fechas como el 12 de diciembre, conmemorando a la Virgen de Guadalupe, o el 29 de septiembre, cuando se celebra a San Miguel Arcángel. En esa línea, podríamos enumerar decenas de fechas en las que los danzantes, fieles a la tradición, rinden homenaje al interminable santoral católico.
Incluso las danzas de indiscutible origen prehispánico, que se celebraban en honor de Tláloc, Huitzilopochtli y otras deidades, se han ido transformando, especialmente en su indumentaria, que ahora incorpora materiales de origen actual, como plásticos y otras fibras. Ni qué decir de los danzantes que engalanan festejos de cumpleaños u otros eventos similares.
Otras tradiciones nacen de la manera más insólita. Me viene a la memoria un ejemplo: seguramente mis cuatro lectores ya habrán visto, en cine o en casa, la película Spectre, una de las aventuras del legendario agente 007, encarnado por Daniel Craig. Parte de la trama se desarrolla en la Ciudad de México durante el 2 de noviembre, Día de Muertos. En una de las escenas, el director, o quizá el guionista, muestra un desfile de carros alegóricos y personajes como La Catrina, esa mujer calavera vestida a la usanza de finales del siglo XIX.
Cabe señalar que ese desfile no existía en México. Lo adoptamos tras el estreno de la película y ahora es parte de las tradiciones de esa fecha, además de ser un atractivo turístico y una fuente de ingresos. ¿Qué más podemos pedir a la vida que conmemora la muerte, si para morir nacimos?
En el ámbito familiar, mi familia, derivada del tronco común de mis suegros, inició una tradición en las reuniones de Navidad o Año Nuevo. Consiste en colocar un marranito de barro (una alcancía) a cierta distancia y arrojar pequeñas piedras para romperlo. La alcancía contiene monedas, que se reparten entre los niños. Esta tradición ha perdurado por años, incluso después del fallecimiento de mis suegros, en su honor y para regocijo de las generaciones presentes y futuras.
Lo importante no es tanto el rito de la tradición, sino la convivencia que fortalece los lazos familiares y el motivo de recordar a quienes nos legaron valores, educación y pequeñas historias que nutren nuestra existencia.
Posdata: Cómo olvidar la época de las piñatas durante las Posadas, del 16 al 24 de diciembre. En mi lejana infancia, en los patios de las viejas casas de Acámbaro, competíamos con otros niños por los frutos y dulces que caían al romper la piñata. Como todo en la vida, a veces el golpe de un palo terminaba sobre algún ansioso que se adelantaba a recoger el botín...
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