Historia de Méjico

 Prosiguiendo en la lectura de la "Historia General de Méjico", de la pluma del español Juan Niceto Zamacois, quien radicó en Nueva España gran parte de su vida, detalla pasajes que ignoraba y, aun cuando no estoy de acuerdo con varias de sus apreciaciones, reconozco que proporciona información de la que no tenía noticia.

Por ejemplo, señala que el país (México) en 1805 "había llegado al más alto grado de abundancia y de bienestar", cuestión que reconoce según lo confirma el escritor e historiador mexicano Carlos María Bustamante.

Sin embargo, Alejandro de Humboldt, quien por aquellos años visitó nuestro país e inclusive conoció la ciudad de México, escribió en una de sus reconocidas obras que en la "Ciudad de los Palacios", con asombro, pudo constatar que en sus habitantes existe tal abismo de diferencias entre la riqueza de unos pocos, los ricos, y una muchedumbre, los más desamparados, como en ninguna otra parte del mundo había visto.

La interrogante que surge de inmediato: ¿Quién tiene la razón, Niceto Zamacois y Bustamante o Humboldt?

A mi juicio, y la historia parece apoyar que la respuesta correcta se inclina por el explorador germano, pues a pocos años de su visita a México, el estallido de la guerra de independencia de la Nueva España (1810 a 1821) se debió principalmente a las enormes desigualdades entre millones en condiciones miserables y unos pocos miles disfrutando de riquezas y oportunidades.

En el análisis de la obra de Niceto Zamacois se relata con minuciosidad el escenario político de nuestro país en 1808, particularmente en la lucha entre los integrantes del Ayuntamiento, de un buen número de criollos en la Ciudad de México, y los miembros de la Audiencia Real, integrada por miembros de origen español tanto de la administración pública como del alto clero.

A raíz de la invasión napoleónica a España y del advenimiento de José Bonaparte como rey de España en lugar de Carlos IV por abdicación de este, consecuencia del lamentable episodio de Bayona y la sublevación del pueblo español del 2 de mayo de 1808, en la Nueva España se desató una inusitada actividad política: el Ayuntamiento de la ciudad de México propuso crear un gobierno independiente de España pero fiel a Fernando VII, hijo de Carlos IV al que reconocía como rey hasta que éste pudiera recuperar el trono español; por otro lado, la Audiencia Real se oponía a todo cambio considerando que en Nueva España no se había alterado la paz social y no debía modificarse el gobierno porque esa facultad sólo la tenía el propio rey.

En el fondo de la disputa entre Ayuntamiento y Audiencia Real se encontraba la ideología o concepción política de sus integrantes. El licenciado Primo de Verdad, síndico del Ayuntamiento, en una reunión conjunta con la Audiencia Real y presidido por el virrey Iturrigaray, expresó "por hallarse la nación sin su legítimo monarca (Fernando VII), había vuelto al pueblo la soberanía...". A esto, el oidor Aguirre de la Audiencia Real, en esa junta, pidió que se dijese cuál era el pueblo en quien había recaído la soberanía. El licenciado Verdad contestó que en las autoridades establecidas, a lo que el oidor replicó que esas no eran el pueblo… sin aclarar el concepto.

En este punto, mi “disco duro” rechinó y me quedé pensando “¿de dónde recuerdo esa discusión? ¿quién o quiénes integran el pueblo bueno y sabio?”

Iturrigaray se inclinaba a favor del Ayuntamiento y el 10 de septiembre de 1808 convocó a un Congreso o representación de los ayuntamientos de la Nueva España. Los españoles, empresarios, funcionarios del Gobierno Imperial y el alto clero en el Arzobispado de la ciudad de México tramaron una conjura para derrocar a Iturrigaray e impedir un gobierno independiente dominado por criollos y buscaron una “mano ejecutora” y convencieron a Gabriel de Yermo, un hacendado español. El 15 de septiembre de 1808 por la noche, una vez nulificada la custodia militar del virrey mediante “arreglos”, el virrey fue apresado con su familia y allegados, y para el día 16 de septiembre de 1808 se designó por la Audiencia Real como virrey sustituto a Pedro Garibay. Entre los detenidos se apresó al licenciado Primo de Verdad, al sacerdote Fray Melchor Talamantes y otros más. (Precursores de la independencia de México).

Es curioso que exactamente dos años después, el 15 de septiembre de 1810, descubierta la Conspiración de Querétaro y avisados algunos de los conspiradores: Allende, Aldama, Abasolo e Hidalgo, éstos decidieron proclamar la guerra de independencia al día siguiente.

Anécdota al margen, Gabriel Yermo, con parte de sus empleados, simpatizantes y guardias que se prestaron a traicionar al virrey Iturrigaray, formó un cuerpo militar que bautizó "Voluntarios de Fernando VII" y los uniformó con vistoso uniforme que el pueblo bautizó como "las chaquetas".

De este particular suceso deduzco que a los traidores se les endilga, con toda propiedad histórica, el calificativo de "chaqueteros".

¡Cosas veremos, Mío Cid!

Gracias.

P.D.: La traición no tiene madre... mi padre "quien traiciona una vez, no dudará en traicionar una segunda, o una tercera..."


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