¿Un buen maestro, o un buen alumno?
¿Qué es más importante, me pregunto, un buen maestro, o un buen alumno? Para mí, pesa más el estudiante. No cabe duda de que el maestro motiva, despierta el interés por caminos insospechados en las veredas, convirtiéndolas en caminos; en una palabra, permite avanzar con mayor rapidez y facilidad en la consecución de metas que el estudiante se haya propuesto. Sin embargo, el estudiante es la piedra angular de su propio tesón y talento para lograr el aprendizaje al que dedique sus desvelos y esfuerzos, aquel que lo conduzca a su propia realización.
Una vez escuché que alguien le decía a un estudiante: "Qué bueno que tengas un maestro, pero no olvides que a veces debes lograr tus metas a pesar de tu maestro".
Como todo en la vida, hay maestros de todos los colores y sabores, desde aquellos formados en el criterio anticientífico del autoritarismo o del memorismo, hasta el sarcasmo y la burla. Pasando por aquellos para quienes la máxima calificación es para Dios, como si el Altísimo tuviese que pasar por el trance de presentar exámenes. Después, el mejor puntaje es para el maestro, y ¿quién es él para imaginarse ese índice de aprovechamiento? En ese tenor, el mejor estudiante alcanzará el siguiente puesto, y de ahí en la escala descendiente, el resto de los discípulos. Otros maestros viven vegetan o sobreviven como tales, donde parece que emanan vocación o se valen de ella para desahogar rencores, envidias o complejos de inferioridad. Algunos, por desgracia los menos, los excelentes, que enseñan con generosidad, capacidad y comprensión; que son un ejemplo de vida dentro y fuera del aula, aquellos que fueron exigentes sin rayar en la represión, que se preocuparon porque sus alumnos dominaran la materia no sólo para cumplir las exigencias académicas, sino para que fuese útil en la actividad o profesión en la que depositaron la realización de sus vidas. A esos, el estudiante siempre los recuerda y los reconoce; a los otros, si bien les va, son anécdotas de vida o simplemente los olvida.
El mejor maestro es el que te enseña a aprender, te muestra lo que puedes lograr en el campo del aprendizaje que hayas elegido, el que te hace ver que es preferible un trabajo en el que sea un placer desempeñarlo y no uno en el que tu meta sea el éxito económico. Aquel que te hace ver que la vida es una oportunidad y que raramente da segundas o terceras ocasiones de enmendar.
Es cierto, a veces sucede que esa meta es tan obsesiva y difícil de alcanzar como los éxitos sociales de un Van Gogh o de un humilde zapatero o de un rudo campesino, pero ellos vivieron entregados a lo que les dio satisfacción como seres humanos.
No olvides que al final, es el estudiante el que cuenta...
Una vez escuché que alguien le decía a un estudiante: "Qué bueno que tengas un maestro, pero no olvides que a veces debes lograr tus metas a pesar de tu maestro".
Como todo en la vida, hay maestros de todos los colores y sabores, desde aquellos formados en el criterio anticientífico del autoritarismo o del memorismo, hasta el sarcasmo y la burla. Pasando por aquellos para quienes la máxima calificación es para Dios, como si el Altísimo tuviese que pasar por el trance de presentar exámenes. Después, el mejor puntaje es para el maestro, y ¿quién es él para imaginarse ese índice de aprovechamiento? En ese tenor, el mejor estudiante alcanzará el siguiente puesto, y de ahí en la escala descendiente, el resto de los discípulos. Otros maestros viven vegetan o sobreviven como tales, donde parece que emanan vocación o se valen de ella para desahogar rencores, envidias o complejos de inferioridad. Algunos, por desgracia los menos, los excelentes, que enseñan con generosidad, capacidad y comprensión; que son un ejemplo de vida dentro y fuera del aula, aquellos que fueron exigentes sin rayar en la represión, que se preocuparon porque sus alumnos dominaran la materia no sólo para cumplir las exigencias académicas, sino para que fuese útil en la actividad o profesión en la que depositaron la realización de sus vidas. A esos, el estudiante siempre los recuerda y los reconoce; a los otros, si bien les va, son anécdotas de vida o simplemente los olvida.
El mejor maestro es el que te enseña a aprender, te muestra lo que puedes lograr en el campo del aprendizaje que hayas elegido, el que te hace ver que es preferible un trabajo en el que sea un placer desempeñarlo y no uno en el que tu meta sea el éxito económico. Aquel que te hace ver que la vida es una oportunidad y que raramente da segundas o terceras ocasiones de enmendar.
Es cierto, a veces sucede que esa meta es tan obsesiva y difícil de alcanzar como los éxitos sociales de un Van Gogh o de un humilde zapatero o de un rudo campesino, pero ellos vivieron entregados a lo que les dio satisfacción como seres humanos.
No olvides que al final, es el estudiante el que cuenta...
Comentarios
Publicar un comentario