Es un honor...
Rudolf Höss fue comandante del campo de exterminio de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial y cobró triste celebridad porque en dicho lugar se cometieron atrocidades inconcebibles.
Este personaje fue juzgado, condenado y ejecutado por los jueces de Núremberg al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado, Robert Merle, fue movilizado como soldado francés y enviado al frente para combatir. En 1940, en el episodio desarrollado en las playas de Dunkerque, fue hecho prisionero por los alemanes y pasó el resto de la guerra en campo de prisioneros.
Tras la conflagración en 1945, Robert Merle se dedicó a la literatura. Entre 1950 y 1952, escribió una obra titulada "La muerte es mi oficio", donde, a través de una exhaustiva investigación, intenta entender cómo fue posible crear una industria de muerte en esos campos, donde Rudolf Höss se desempeñó como el frío y despiadado comandante de Auschwitz.
La obra de Merle busca respuestas sobre cómo Höss se convirtió en un individuo enfocado en encontrar formas eficientes y económicas para exterminar prisioneros, cumpliendo así con las órdenes superiores.
Este personaje fue juzgado, condenado y ejecutado por los jueces de Núremberg al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado, Robert Merle, fue movilizado como soldado francés y enviado al frente para combatir. En 1940, en el episodio desarrollado en las playas de Dunkerque, fue hecho prisionero por los alemanes y pasó el resto de la guerra en campo de prisioneros.
Tras la conflagración en 1945, Robert Merle se dedicó a la literatura. Entre 1950 y 1952, escribió una obra titulada "La muerte es mi oficio", donde, a través de una exhaustiva investigación, intenta entender cómo fue posible crear una industria de muerte en esos campos, donde Rudolf Höss se desempeñó como el frío y despiadado comandante de Auschwitz.
La obra de Merle busca respuestas sobre cómo Höss se convirtió en un individuo enfocado en encontrar formas eficientes y económicas para exterminar prisioneros, cumpliendo así con las órdenes superiores.
De la lectura del libro de Merle voy a destacar sólo un episodio.
Alrededor de 1932 Höss conoció a Himmler, dedicado entonces a la creación de las SS, el cuerpo de élite del ejército nazi y el temible instrumento de la Gestapo. Desde el principio, Höss se convirtió en un fiel discípulo de Himmler. En junio de 1934, Himmler pronunció un discurso que marcó la vida de Höss. En esa alocución, dedicada principalmente a los miembros de su naciente cuerpo de los SS, expresó: “Ellos, sus soldados, son como los caballeros teutónicos de la antigua Germania que actuaban bajo un código, el código de honor.
El honor, explicaba Himmler, se puede entender de varias maneras, pero Adolf Hitler, lo definió de la mejor y única forma: “Tu honor es tu fidelidad”.
“A partir de ese momento, todo era perfectamente simple y claro. Ya no teníamos problemas de conciencia. Bastaba con ser fiel, es decir, con obedecer. Nuestro deber, nuestro único deber era obedecer. Y gracias a esa obediencia absoluta, aceptada según el verdadero espíritu, estábamos seguros de no equivocarnos jamás, de estar siempre en el camino correcto…”.
Posdata: Cualquier parecido con alguna situación o persona se debe, sin duda, a que el hombre es el único ser vivo que tropieza repetidamente con la misma piedra.
Alrededor de 1932 Höss conoció a Himmler, dedicado entonces a la creación de las SS, el cuerpo de élite del ejército nazi y el temible instrumento de la Gestapo. Desde el principio, Höss se convirtió en un fiel discípulo de Himmler. En junio de 1934, Himmler pronunció un discurso que marcó la vida de Höss. En esa alocución, dedicada principalmente a los miembros de su naciente cuerpo de los SS, expresó: “Ellos, sus soldados, son como los caballeros teutónicos de la antigua Germania que actuaban bajo un código, el código de honor.
El honor, explicaba Himmler, se puede entender de varias maneras, pero Adolf Hitler, lo definió de la mejor y única forma: “Tu honor es tu fidelidad”.
“A partir de ese momento, todo era perfectamente simple y claro. Ya no teníamos problemas de conciencia. Bastaba con ser fiel, es decir, con obedecer. Nuestro deber, nuestro único deber era obedecer. Y gracias a esa obediencia absoluta, aceptada según el verdadero espíritu, estábamos seguros de no equivocarnos jamás, de estar siempre en el camino correcto…”.
Posdata: Cualquier parecido con alguna situación o persona se debe, sin duda, a que el hombre es el único ser vivo que tropieza repetidamente con la misma piedra.
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