Un héroe fatigado
Estoy seguro. Hoy libraré la última batalla. Siento un cansancio insoportable. Levantar el escudo, el arma, exige una voluntad que apenas puedo cumplir.
Desde hace tiempo está a mi lado. Casi no noté cuando llegó, como figura difusa, transparente; su rostro a veces aparecía con la faz de seres queridos ya desaparecidos.
Ya empezó el fragor de la batalla, no lo presiento, lo sé. No me asusta, no me atemoriza, la guerra ha durado demasiado, los dolores físicos y espirituales crecen y se han vuelto insoportables.
Sucedió. Está a mi vista, como una película, lo que ha sido mi vida. Desde mi lejana infancia, adolescencia, mi juventud de feliz universitario en la ciudad de Guanajuato, mi vida de ingeniero minero con los rostros ennegrecidos de mis compañeros en el fondo de las minas, hasta los cargos administrativos en la dirección de empresas mineras, y en los últimos años como experto en ventilación de minas proponiendo medidas de seguridad que terminaban en manos de una cadena jerárquica de ejecutivos de la industria minera que decidían aplicarlas… o no.
Un lugar especial en la cinta cinematográfica lo tiene mi madre, "la reina Lopitos", la figura seria de mi padre, mis hermanos con los que vivía en perpetua broma, mi familia, mis hijos, mis nietos a los que he visto crecer, madurar y forjar su vida, los afectos y amistades que atesoro en mi corazón.
La batalla aumenta. Los dolores también. Me falta el aire. De pronto, una quietud me invade, un sueño invencible llega.
Perdí la batalla. Gané la gloria.
Vida, nada te debo; vida, estamos en paz.
Ariel Humberto Orellana Wiarco
26 de marzo de 1939 - 22 de agosto de 2023
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