El arte de mentir


Los políticos, por lo común, padecen del síndrome de mitomanía, es decir, son mentirosos contumaces. Continuamente mienten al grado de que, supongo, llegan a creer que sus falsedades son verdades.

Para empezar, a lo largo de mi vida he presenciado discursos, entrevistas y declaraciones sobre los temas más variados, y ni qué decir de los que he escuchado o visto en la radio o la televisión. Ante la más concreta, escueta o precisa pregunta, por ejemplo: ¿Se va a lanzar como candidato?, no recuerdo que uno solo haya contestado con un sí o un no. Le dan vueltas al asunto, recordando que su abuelita, en aquel rancho lejano en la distancia y en el tiempo, predijo su futuro exitoso, o se enredan en explicaciones para, al final, responder evasivamente: Si el pueblo me lo demanda, sin aclarar qué entienden por pueblo ni qué les va a demandar.

Son tramposos, traicioneros, falsos y cuantos calificativos se puedan ocurrir, y pocos son los que se salvan. Por desgracia, no recuerdo haber conocido a alguno. Y a veces, cuando comenté que algún personaje no era corrupto, inepto o incapaz, no faltó quien de inmediato me sacó de mi error, además, con pelos y señales.

Lo anterior se puede predicar desde presidentes, y no supongan que me refiero al actual, que no canta mal las mañaneras, sino a cualquiera que se les ocurra, desde Cuauhtémoc. Aunque a este último lo dejo a salvo, porque ni arrimándole fuego a los pies claudicó en su honor, dignidad y hombría.

Si por acaso a uno de mis cuatro lectores se le ocurre y me pide pruebas de lo que digo, como demandó López Obrador a García Luna (a pesar de que el primero ataca día a día a quien se le ocurre, sin ofrecer jamás prueba alguna o prueba confiable), me referiré al lamentable caso de los panistas distinguidos del clan de los Yunes, del estado de Veracruz, como aquel traidor que completó la cantidad de senadores para aprobar la reforma al poder judicial.

Ustedes saben que públicamente, en la televisión, se hizo saber que la presidenta electa recibió en privado al senador Yunes, en compañía del coordinador de los senadores de Morena, Adán Augusto López (me suena el apellido), otro inefable (que en el diccionario significa lo que no se puede explicar en palabras). El motivo de la visita: Yunes quería conocer a doña Claudia y felicitarla por el cargo que pronto desempeñará. Por su parte, la señora informó: Vino a expresarme su solidaridad y apoyo; no hemos pensado en ofrecerle un puesto en el gobierno. Su ingreso al partido de Morena no me corresponde decidirlo, eso le toca al partido. De seguro se mordió la lengua, porque Yunes ya fue designado como secretario de la Comisión de Justicia, la cual preside Javier Corral, una posición que le corresponde a Morena.

Ellos dicen: No somos iguales.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Aniversario 89

Mi 65 aniversario como abogado

Vacaciones inolvidables