Deberás tener fe



Mi hermano Miguel y su esposa radican en Querétaro desde hace años y se encuentran felizmente jubilados. Debido a la distancia que nos separa, poco nos frecuentamos. En realidad, nuestra convivencia fraterna sufrió un radical cambio a partir de nuestro traslado a la Ciudad de México para llevar a cabo estudios de ingeniería química para él y de licenciatura en derecho para mí. Aun cuando ambos fuimos a radicar al internado del Pentathlón, nos tocaba dormir en cuadras (dormitorios) diferentes.

La sangre es la sangre y el afecto no cambia. En cuanto concluimos nuestros estudios universitarios, el destino nos llevó a ciudades distantes, y así ha sido a lo largo de unos 60 años. Hoy, mi hermano Miguel, mi hermano Ariel y quien esto escribe pertenecemos a la venerable estirpe de la tercera edad y por ello, cada vez que se presenta la ocasión, encamino mi “pata de perro” a visitarlos.

Al llegar a Querétaro, encontré a mi fraterno, algo delgado, pero bastante bien. La conversación fluyó. Me extrañó su insistencia en que leyera una libreta en la que desde hace años anota pensamientos, frases e ideas. La mayoría proviene de lecturas de novelas, de historias o de lo que en algunas conversaciones resaltan a su interés. Todavía más fue sorpresivo que la libreta estaba convertida en un pequeño libro. Le pedí a Juan, mi yerno, que le tomara fotografías con su celular a las numerosas páginas de los relatos, pues de inmediato me percaté de que no se trataba solo de recorrer con la vista sus páginas, sino de asimilar lo que en ella se encontraba.

Uno de sus relatos lo sentí, una vez que procedí a su lectura con calma, como un mensaje personal de mi esposa hacia mí. Después de nuestra larga vida conyugal de 57 años, daba por hecho que me tocaría partir antes que ella, y estaba tan seguro de que así iba a ocurrir que, preocupado por su bienestar, le recitaba una serie de recomendaciones. No pasó lo que suponía. Una sorpresiva enfermedad se la llevó en pocos meses, para nuestro desconsuelo. De eso hace casi 5 años. Gracias al cuaderno de mi hermano Miguel, obtuve la confirmación de mis suposiciones plasmadas en un poema que dice: "Deberás tener fe".


Si me voy
mientras tú aún estés aquí…
recuerda que viviré 
vibrando en una dimensión diferente 
detrás de un fino velo. 
oculta a tu mirar.
 
No me podrás ver, 
Así que deberás tener fe.
Espero por el día en que juntos otra vez 
remontemos el vuelo, 
pendientes el uno del otro. 

Hasta entonces, vive a plenitud tu vida, 
Y cuando me necesites, 
sólo murmura mi nombre 
dentro, muy dentro de tu corazón, 
…que ahí estaré yo.

No pierdas la fe.

P. D En otras ocasiones, les transmitiré otras píldoras de sabiduría del cuaderno de mi hermano Mike, agradeciéndole desde ahora esas joyas de su tesoro, resultado de una vida que, por fortuna, perdura. Pues como señal, una de esas esmeraldas, dice: “Esto no acaba hasta que se acaba”. Yogi Bear


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