Everest

El 24 de mayo, la noticia más importante no fue el enojo de Don Goyo manifestado por la extensa masa de cenizas que se esparce por el valle de México, motivado por el alud de mentiras y acciones de quienes medran en las faldas de su montaña. Esta noticia corre paralela a otras que recientemente nos regalaron las chicas de la natación artística, así como una destacada triatleta.
Para no prolongar su impaciencia por conocer a qué suceso nos referimos, este se centra en el atleta mexicano, personificado por Rafael Jaime, quien acaba de ascender a la cumbre más alta del mundo.
Cientos de alpinistas han perdido la vida en el intento de lograrlo, pocos lo han conseguido y, hasta donde tengo conocimiento, ninguno de origen latinoamericano que sea invidente. Hoy me asalta un interrogante: ¿qué impulsa a un ser humano a proponerse como meta ascender al pico más alto si, al llegar, no podrá contemplar el maravilloso escenario desde ese privilegiado sitio?
En el logro de esta meta, lo acompañó un amigo de aventuras y guía, Omar Álvarez, quien tuvo que abandonar el ascenso debido a un severo cuadro pulmonar. Esto, seguramente, planteó a nuestro protagonista la idea de desistir de seguir escalando. Sin embargo, también podemos afirmar que su amigo lo impulsó diciendo: "Yo ya no puedo seguir, pero tú sí. Inténtalo, realiza tu sueño".
Rafael Jaime, de 34 años, perdió un ojo a los 4 años debido a una enfermedad y a los 18 años, traicioneramente, perdió su otro ojo. Un sherpa llamado Kami Rita, un experimentado guía, lo condujo a la cima y en esta ocasión, por 28ª vez, estableció un récord al llegar a la cumbre de 8,848 metros.
La grandeza de Rafael Jaime es equiparable a su empatía, ya que en su cuenta de Instagram comunicó en plural su victoria: "Hicimos cumbre". Solo imaginar a un ciego colocar paso a paso los miles que se necesitan para llegar a la cumbre, con la amenaza de equivocarse, caer y perecer, coloca esta hazaña en lo inconcebible. Hoy, por pocos minutos, Rafael Jaime fue el rey del mundo y con los ojos de la imaginación pudo paladear la sensación que pocos consiguen: vencer los límites físicos y derrotar el miedo al temor, para recibir las caricias del astro rey, tanto para su exclusiva persona como para la de su guía.
¡Felicidades Rafael, para ti, tu familia, tu guía, tu amigo mar y todos aquellos cercanos a ti!


Posdata: Rafael Jaime es, además, coterráneo, nacido en Guanajuato y por adopción en Durango. ¡Doble satisfacción!


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