Por la manera de...
A mi nieta Romina
En este caso me sirvo de dos; el primero que reza “por la manera de… se conoce”, y el segundo “quien tiene espolones para ser buen gallo… (o buena gallina) donde quiera canta".
Lo aplico a la memorable velada ocurrida hace días en la ciudad de Irapuato.
En el auditorio del Tecnológico de Monterrey, campus Irapuato, un conjunto, “El Ensamble” integrado en su totalidad por jóvenes de 15, 16 y tal vez 17 años, alumnos de su plantel, deleitaron a un auditorio con 7 canciones de las décadas de los años setentas y ochentas del lejano… siglo XX.

No soy ningún experto en el terreno musical, ni siquiera tengo ritmo para tocar apropiadamente una puerta, pero aficionado a la música de siempre.
Rompiendo con miedos, temores e inexperiencia, “El Ensamble” proclamó que “están de regreso” después de la ausencia obligada por restricciones derivadas de la pandemia que todavía sufrimos y que los obligó a suspender actividades.
El amor, la felicidad y los desengaños, fue la temática de las canciones: “All you need is love”, “We are the world”, y “El amor después del amor” como dijo una de ellas, fueron interpretadas con entusiasmo y para mí con acierto y talento que no me esperaba porque no se dedican a ello, es parte de su formación humanística que suponía ajena a esa Institución, error que reconozco, a pesar de que “chango viejo, no aprende de maromas nuevas”.
Los teclados, las guitarras eléctricas, los solistas, los acompañamientos y otros instrumentos, entre ellos, la batería, lograron, gracias a sus ejecutantes, que nos entusiasmaran y que se nos hicieran pocas canciones.
En mi caso, mi nieta, Romina, se alternó con otro joven en la batería y lo hizo espléndidamente, sin demérito a sus excelentes calificaciones en sus otras materias.
Sortearon con eficacia problemas con los micrófonos, y otros pequeños obstáculos. Su director me lo suponía con otra imagen, durante el concierto veía a una persona menuda y delgada que corría por todo el escenario pendiente de los jóvenes con los teclados, micrófonos e intérpretes. No pensé que sería el y ¡oh! que era el Director. Felicitaciones a él, los jóvenes y a todos los que formaron parte de ello… espero pronto volver a disfrutar una velada tan agradable como ésta.
Rompiendo con miedos, temores e inexperiencia, “El Ensamble” proclamó que “están de regreso” después de la ausencia obligada por restricciones derivadas de la pandemia que todavía sufrimos y que los obligó a suspender actividades.
El amor, la felicidad y los desengaños, fue la temática de las canciones: “All you need is love”, “We are the world”, y “El amor después del amor” como dijo una de ellas, fueron interpretadas con entusiasmo y para mí con acierto y talento que no me esperaba porque no se dedican a ello, es parte de su formación humanística que suponía ajena a esa Institución, error que reconozco, a pesar de que “chango viejo, no aprende de maromas nuevas”.
Los teclados, las guitarras eléctricas, los solistas, los acompañamientos y otros instrumentos, entre ellos, la batería, lograron, gracias a sus ejecutantes, que nos entusiasmaran y que se nos hicieran pocas canciones.
En mi caso, mi nieta, Romina, se alternó con otro joven en la batería y lo hizo espléndidamente, sin demérito a sus excelentes calificaciones en sus otras materias.
Sortearon con eficacia problemas con los micrófonos, y otros pequeños obstáculos. Su director me lo suponía con otra imagen, durante el concierto veía a una persona menuda y delgada que corría por todo el escenario pendiente de los jóvenes con los teclados, micrófonos e intérpretes. No pensé que sería el y ¡oh! que era el Director. Felicitaciones a él, los jóvenes y a todos los que formaron parte de ello… espero pronto volver a disfrutar una velada tan agradable como ésta.
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