La muerte tiene permiso

2 de noviembre de 2021 
A los seres queridos que viven en la memoria
Hace ya decenas de años que leí un memorable cuento corto del autor mexicano Edmundo Valadez, especializado en ese género literario, intitulado La muerte tiene permiso. Este tipo de literatura es de las que más me agradan, porque relatan sucesos que nos llevan de la mano a imaginar no sólo lo que en pocas líneas tratan de comunicarnos, sino lo que no alcanzan a describir y que cada quién podemos construir a nuestra manera.

El cuento nos ubica en el escenario de una junta de campesinos presidida por el titular de un comisariado ejidal y por los ingenieros de dependencias gubernamentales [donde todos son ingenieros] y como público ejidatarios de diversas comunidades reunidas para tratar asuntos como créditos agrícolas, fertilizantes, riego de parcelas, etc.

En el desarrollo de la asamblea, un ejidatario insistente levanta la mano pidiendo la palabra, y al fin se la conceden y habla:

    -Represento al ejido de San Juan de las Manzanas y a nombre de todos ellos venimos a quejarnos del presidente municipal, pues desde hace años que él o sus empleados nos imponen contribuciones que no están en la ley, y si no paganos nos quita las tierras; cuando quiere sin razón alguna impide que nos llegue el agua por los canales de riego; si protestamos porque todo está en contra de las leyes, sus guaruras nos golpean y han llegado hasta matar a algunos de nuestros compañeros… , pero lo que ya no tiene palabra fue que hace tres días, mientras estábamos ocupados en la labor, llegaron al poblado con su gente armada y secuestraron a tres de nuestras hijas y las buscamos y no las localizamos. Cuando llegaron al día siguiente, maltrechas, con heridas, calladas, no necesitamos preguntar qué había pasado.

Elevando la voz, agregó: Por eso, y porque ninguna autoridad nos ha hecho caso, venimos a esta asamblea a pedir permiso para matar al presidente municipal.

Como dicen en los pueblos, “se armó”, todos discutían y alegaban a favor o en contra. El presidente de la asamblea, un viejo campesino, pidió calma y le dio la palabra a uno de los “ingenieros”, quien manifestó:

    -No podemos conceder ese permiso, no tenemos autoridad para ello y además es asunto de la justicia, hacerlo sería un delito.

Otro dijo: Tenemos que dar el permiso, pues ellos ya acudieron a toda clase de autoridades y ninguna hizo caso; la justicia no existe para ellos, por mí no queda sino acceder a lo que solicitan.

Discutido el asunto, sin llegar a una resolución, el presidente cerró el debate y sometió a votación el asunto.

    - Quienes estén a favor de que se conceda permiso para matar al presidente municipal, que levanten la mano.

No fue necesario ni contar votos, todos los ejidatarios levantaron la mano, aprobando. Entonces, el presidente de la asamblea se dirigió al representante del ejido de San Juan de las Manzanas.

    -La asamblea les concede permiso para matar al presidente municipal.

El representante expresó:

    -Gracias por el permiso, pero desde ayer el presidente municipal está difunto.

En la época en que leí el cuento, me desempeñaba como abogado asesor del Banco Nacional de Crédito Agrícola (hoy difunto) y el gerente de la Sucursal Laguna apoyaba el desarrollo de una comunidad agrícola denominada Laguna Seca, que entre paréntesis hacía honor a su nombre, ubicada en el Municipio de Viesca, Coahuila, zona que correspondía atender a la sucursal.

Los créditos para este desarrollo provenían de Nacional Financiera, a través de un fondo denominado FIRA (Fondo Internacional Rural Agrario) y los contratos y asuntos legales pasaban por mis manos, e inclusive por curiosidad, más que por obligación, fui a los predios que serían cultivados y me tocó ser testigo desde sus inicios y del lugar que destinaron para formar el poblado y un centro de actividades. En ese lugar construyeron un salón de actos o un auditorio rústico: paredes, templete y piso fue lo primero (aún no tenía techo).

En esa etapa, el director general de NAFINSA, Lic. Guillermo Martínez Domínguez, hermano del destacado político Alfonso Martínez Domínguez, regente del Distrito Federal y gobernador de Nuevo León, anunció que visitaría el proyecto Laguna Seca.

Con ese motivo le propuse al gerente de la sucursal, presentar en el salón de actos (en obra negra) del núcleo poblacional de Laguna Seca, una obra de teatro en honor al visitante. le agradó la idea, la planteó a los dirigentes campesinos y también la apoyaron y entonces, como suele suceder, pensé: “Para que abrí la boca”.

La idea en mi mente fue convertir el cuento La muerte tiene permiso en una pequeña obra de teatro. Escribí diálogos, asigné personajes y entrené a los “actores”, todos ejidatarios de la comunidad. Fue difícil, pues ninguno habíamos participado en un asunto como ese, desde el supuesto “director” de la obra.

Llegó el día, y en medio del alborozo de la gente del poblado arribó la comitiva presidida por el director de NAFINSA y el gerente de la sucursal del banco y de todo el poblado como público, preparado el escenario con muebles escolares, escritorio, sillas y mesabancos. Y a punto de iniciar la puesta en escena, uno de mis “actores” afortunadamente no el principal, se rajó, no quiso subir, así que no sólo fui el director sino también actor.

Todo resultó bien y aplaudió el público y mi elenco y yo recibimos felicitaciones.

Pasaron casi treinta años, el banco desapareció, el gerente y su abogado asesor dejamos de laborar para esa institución y un día, casualidad, me encontré a mi antiguo jefe y gerente, añorando cuando laboramos y me dijo de pronto:

    -Licenciado, a qué no sabe quién lo mandó saludar… y qué bueno que nos encontramos para transmitirle el mensaje.

Le dije: “Pues no sé quién pueda ser”.

    -Pues el licenciado Guillermo Martínez Domínguez, y guarda especial recuerdo de la obra que dirigió en Laguna Seca y que nunca imaginó a un grupo de campesinos como actores en una obra memorable.

Nunca imaginé que alguien después de tantos años recordara esa aventura.

Aprendí, eso sí, que si algo interesa a las personas es aquello que les atañe, que está cerca de sus corazones o de su inteligencia, y lo digo porque mi equipo de actores eran campesinos hablando de campesinos.

Dedicado a la comunidad de Laguna Seca y de San Juan de las Manzanas.


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