"Gatillo veloz"
Estos hechos son verídicos, hasta donde es posible conocer la verdad. Es la historia de "Gatillo Veloz".
Para empezar, este personaje de seguro ignoró en su existencia que pasó a la posteridad por su habilidad con arma de fuego y con ese sobrenombre.
Como suele suceder, la envidia fue el motor por el que afloraron las acciones que formaron la "ruta de su vida". Su existencia había transcurrido hasta la madurez sin otra circunstancia que la de una vida rural. Los hechos lo sorprendieron cuando se desempeñaba como velador de unas instalaciones destinadas a la producción de huevo de granja, donde a miles de gallinas se les confinó en jaulas de alambre, con el único objeto de comer y poner huevos.
(Esta situación fue para escándalo de mi madre, que en una ocasión me visitó por estos lares de la Laguna. Un día, circulando por una de las carreteras de esta comarca y cuando el crepúsculo teñía de sombras el horizonte, unos enormes y alargados galerones, ubicados a la vera del camino semejando instalaciones fantasmales, aparecieron de pronto iluminados, le dije a mi madre: esos son gallineros y les prenden la luz para que las gallinas no duerman, sigan comiendo y produciendo huevos. Me miró con reproche, como si yo fuera uno de esos seres sobrevivientes del nazismo responsable de campos de exterminio. )
Disgresión aparte, Gatillo Veloz era en todo caso, uno de los dos humildes veladores de granjas de este tipo, y posiblemente por dificultades económicas el dueño se vio precisado a despedir a uno de ellos, supongo que eligió al más joven y conservó al de más edad, a Gatillo Veloz, pienso eso debido a lo que sucedió.
Gatillo veloz tenía una humilde vivienda: una casa de adobe en ranchería cercana a su trabajo. Un día, apenas despertaba el día después de velar, se dirigía al hogar por una de las calles polvorientas y en el camino se topó con su excompañero de trabajo, quien sin provocación alguna, y válido de su juventud y fuerza le propinó un puñetazo en plena cara, le abrió una herida en la frente y una fuerte hemorragia. Gatillo Veloz al recibir el golpe se fue trastabillando hasta una pared de adobe donde cayó. Pudo ver que su agresor iba en pos suya, y entonces desenfundó una pistola que portaba, y medio cegado por la sangre en su rostro, le disparó dos tiros y su agresor cayó muerto.
Los disparos alertaron a los habitantes del pequeño poblado. Los inquilinos de una casa cercana a los hechos, familiares del agresor, salieron a la calle y al verlo en el suelo y sangrando, y a Gatillo Veloz con el arma de fuego en la mano, empezaron a gritar, y Gatillo, como pudo, se levantó y huyó del lugar.
En otro lugar, departía el recién nombrado juez auxiliar del poblado con otros dos habitantes, y al escuchar las detonaciones, les dijo: -vamos a ver, y están habilitados como policías guardianes del orden-. Uno de ellos montado a caballo se dirigió hacia dónde se produjeron los disparos, alcanzó a ver a Gatillo y se dirigió a interceptarlo al ver que este corría alejándose. Gatillo entonces se refugió en una acequia que en ese momento no tenía agua. El jinete se metió a la acequia, Gatillo lo vio y le hizo tres disparos, los que impactaron al caballo el cual cayó y derribó a su jinete. Gatillo prosiguió su huida, mas delante el otro “agente habilitado” lo alcanzó y disparó sobre su presa. Gatillo se revolvió, a su vez accionó su arma y lo lesionó en un brazo.
Gatillo, escuchaba gritos por todos lados, gente surgía por doquier y al verse rodeado tuvo que rendirse y el propio juez auxiliar tuvo que protegerlo para que no lo lincharan.
Gatillo Veloz llegó así al juzgado penal a mi cargo, acusado de homicidio, lesiones y daño en propiedad ajena (muerte del caballo).
En el curso de su juicio los hechos relatados fueron probados. Al final, se dictó sentencia y fue absuelto por el homicidio, y como se acreditó que no sabía que quienes dirigieron su captura eran “guardianes del orden”, y que estos lo perseguían y le dispararon, él se defendía, y por eso también fue absuelto.
Volvió a su familia casi después de un año que duró el proceso. En realidad, su habilidad y puntería merecían que fuese participe en alguna olimpiada, y para mí, que se me dificulta retener nombres, su caso pasó a mi pequeño mundo, como la historia de “Gatillo Veloz” que ahora comparto a ustedes.
Para empezar, este personaje de seguro ignoró en su existencia que pasó a la posteridad por su habilidad con arma de fuego y con ese sobrenombre.
Como suele suceder, la envidia fue el motor por el que afloraron las acciones que formaron la "ruta de su vida". Su existencia había transcurrido hasta la madurez sin otra circunstancia que la de una vida rural. Los hechos lo sorprendieron cuando se desempeñaba como velador de unas instalaciones destinadas a la producción de huevo de granja, donde a miles de gallinas se les confinó en jaulas de alambre, con el único objeto de comer y poner huevos.
(Esta situación fue para escándalo de mi madre, que en una ocasión me visitó por estos lares de la Laguna. Un día, circulando por una de las carreteras de esta comarca y cuando el crepúsculo teñía de sombras el horizonte, unos enormes y alargados galerones, ubicados a la vera del camino semejando instalaciones fantasmales, aparecieron de pronto iluminados, le dije a mi madre: esos son gallineros y les prenden la luz para que las gallinas no duerman, sigan comiendo y produciendo huevos. Me miró con reproche, como si yo fuera uno de esos seres sobrevivientes del nazismo responsable de campos de exterminio. )
Disgresión aparte, Gatillo Veloz era en todo caso, uno de los dos humildes veladores de granjas de este tipo, y posiblemente por dificultades económicas el dueño se vio precisado a despedir a uno de ellos, supongo que eligió al más joven y conservó al de más edad, a Gatillo Veloz, pienso eso debido a lo que sucedió.
Gatillo veloz tenía una humilde vivienda: una casa de adobe en ranchería cercana a su trabajo. Un día, apenas despertaba el día después de velar, se dirigía al hogar por una de las calles polvorientas y en el camino se topó con su excompañero de trabajo, quien sin provocación alguna, y válido de su juventud y fuerza le propinó un puñetazo en plena cara, le abrió una herida en la frente y una fuerte hemorragia. Gatillo Veloz al recibir el golpe se fue trastabillando hasta una pared de adobe donde cayó. Pudo ver que su agresor iba en pos suya, y entonces desenfundó una pistola que portaba, y medio cegado por la sangre en su rostro, le disparó dos tiros y su agresor cayó muerto.
Los disparos alertaron a los habitantes del pequeño poblado. Los inquilinos de una casa cercana a los hechos, familiares del agresor, salieron a la calle y al verlo en el suelo y sangrando, y a Gatillo Veloz con el arma de fuego en la mano, empezaron a gritar, y Gatillo, como pudo, se levantó y huyó del lugar.
En otro lugar, departía el recién nombrado juez auxiliar del poblado con otros dos habitantes, y al escuchar las detonaciones, les dijo: -vamos a ver, y están habilitados como policías guardianes del orden-. Uno de ellos montado a caballo se dirigió hacia dónde se produjeron los disparos, alcanzó a ver a Gatillo y se dirigió a interceptarlo al ver que este corría alejándose. Gatillo entonces se refugió en una acequia que en ese momento no tenía agua. El jinete se metió a la acequia, Gatillo lo vio y le hizo tres disparos, los que impactaron al caballo el cual cayó y derribó a su jinete. Gatillo prosiguió su huida, mas delante el otro “agente habilitado” lo alcanzó y disparó sobre su presa. Gatillo se revolvió, a su vez accionó su arma y lo lesionó en un brazo.
Gatillo, escuchaba gritos por todos lados, gente surgía por doquier y al verse rodeado tuvo que rendirse y el propio juez auxiliar tuvo que protegerlo para que no lo lincharan.
Gatillo Veloz llegó así al juzgado penal a mi cargo, acusado de homicidio, lesiones y daño en propiedad ajena (muerte del caballo).
En el curso de su juicio los hechos relatados fueron probados. Al final, se dictó sentencia y fue absuelto por el homicidio, y como se acreditó que no sabía que quienes dirigieron su captura eran “guardianes del orden”, y que estos lo perseguían y le dispararon, él se defendía, y por eso también fue absuelto.
Volvió a su familia casi después de un año que duró el proceso. En realidad, su habilidad y puntería merecían que fuese participe en alguna olimpiada, y para mí, que se me dificulta retener nombres, su caso pasó a mi pequeño mundo, como la historia de “Gatillo Veloz” que ahora comparto a ustedes.
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