¿A dónde vamos?

A la memoria de la profesora Irma Hernández

Nos lo preguntamos a nosotros mismos y lo escuchamos con frecuencia entre amigos o conocidos. Lo hacemos preocupados por la situación que ha provocado la Transformación, que sin duda ha sido resultado del movimiento político de Morena, donde dos fenómenos resaltan: la acumulación de poder en favor de su líder —quien permanece en su natal Macuspana, Tabasco— y de la actual presidenta; por otro, la destrucción de los órganos autónomos, entre ellos el Poder Judicial, que se encuentra en vías de ser “colonizado” por la 4T. Esto ha derivado en una preocupante concentración de los tres poderes de la Federación en el Ejecutivo, así como el control de las tres cuartas partes de los poderes estatales.


No se menciona, y pasa casi inadvertido, que el Ejército —que es el brazo armado del Estado— también respalda a la 4T, la cual, para ganar para sí esa parcela de poder, le ha venido convidando a los militares rebanadas del pastel consistentes en: control de aduanas terrestres y marítimas, administración de vías férreas, construcción de obras públicas, etc. Y, por si fuera poco, recientemente, la posibilidad de participar (y ganar) sin restricciones en puestos de elección popular —que seguramente no desperdiciarán—.

En un escenario donde los partidos de oposición —PRI, PAN y Movimiento Ciudadano— no parecen ser capaces de disputar, salvo ocasionalmente, el poder político, el principal problema que afronta el partido en el poder es la criminalidad, fundamentalmente la organizada. Al respecto, el periodista Diego Petersen Farah, reconocido por su independencia y sensatez de criterio, escribió lo siguiente:

“¿Pueden los presidentes cumplir con la promesa básica de cada sexenio de pacificar al país?
La respuesta es no. El poder no puede ni podrá.”

Tan lapidaria respuesta nos deja petrificados. Sin embargo, el periodista muestra una ventana de esperanza cuando agrega a su reflexión:

“Mientras existan grupos del crimen organizado sustentados en el poder del propio Estado, y con fuerzas armadas más o menos corruptas, empoderadas ahora por un poder civil impotente cuya única respuesta ante la violencia es seguir cediendo poder, difícilmente vamos a salir de esta espiral.”

Cabe suponer que el gobierno federal ha comenzado a abandonar su política de "abrazos, no balazos", presionado por los reclamos de Estados Unidos —en especial por parte de Donald Trump— para detener y capturar a los capos del crimen organizado, y contener tanto la producción y tráfico de fentanilo como el control de rutas de migración, trata de personas y lavado de dinero.

No obstante, preocupa que el cambio de estrategia parezca más cosmético que real: se anuncian capturas masivas de miembros del crimen organizado, incluso de algunos cabecillas; se movilizan miles de elementos de la Guardia Nacional, del Ejército y de la Armada; se enarbola un discurso de inteligencia criminal... pero no se va al fondo.

Las redes de complicidad, tolerancia y participación en las altas esferas políticas y militares siguen intactas. Pese a que nos hemos enterado con asombro de que naves cargadas con millones de litros de combustible entran y salen del país como “Juan por su casa” —o sea, el “huachicoleo” fiscal—; de cientos de carros, tanques de ferrocarril con otros millones de litros; de una refinería hechiza que compite con PEMEX... únicamente se ha detenido a unas cuantas personas identificadas como empleados, obreros o vigilantes. Pero ni un solo dirigente de nivel medio o superior ha sido procesado. Como quien dijera: “Y ellos, apá, ¿cuándo?”

Mientras se actúe para tapar el sol con un dedo —ya sea por tolerancia, por miedo o por participación directa—, el brazo de la justicia no llega ni de lejos a los primeros escalones del gobierno ni del Ejército. ¿Y qué decir de personajes como Adán Augusto López y quienes están aún más arriba? ¿Cuándo?

Posdata:
Ojalá logremos salir de esta espiral viciosa de criminalidad, complacencia, complicidad y participación del poder público en esta violencia que nos agobia.
Necesitamos, con urgencia, voluntad política de quienes hoy detentan el poder.

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