El arte de la guerra

 

Sun Tzu escribió hace más de un milenio una obra compuesta por frases redactadas de forma general o abstracta, que cualquier persona puede aplicar frente a un conflicto o confrontación. El objetivo es enfrentar esas situaciones con la finalidad de ganar o salir librado de la mejor manera.

Si bien El arte de la guerra está dedicado a los conflictos bélicos, también puede aplicarse en la vida diaria. En particular, lo recomendaría a los abogados, sobre todo a aquellos que se dedican al litigio, donde los clientes dirimen ante los tribunales el o los derechos reales o supuestos que alegan tener a su favor y sobre los cuales disputan frente a otros.

Así, por ejemplo, Sun Tzu nos dice:

“Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro.
Si no conoces a los demás pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra.
Si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla.”

El abogado, al iniciar una contienda legal, usualmente lo hace mediante un escrito denominado demanda, denuncia, reclamación u otro término similar, conforme a lo que señalen la ley o leyes aplicables al juicio o proceso —sea civil, penal, laboral, fiscal, etcétera—.

La experiencia permite afirmar que un buen porcentaje del resultado favorable de un juicio depende de cómo se redacta el escrito inicial. Algunos consideran que hasta un 50 % del éxito radica en esa redacción.

Cada asunto tiene sus particularidades, pero en términos generales, la demanda, denuncia o reclamación se construye tomando en cuenta dos grandes apartados: los hechos del asunto y el derecho aplicable a esos hechos.

El cliente, obviamente, es quien proporciona al abogado el relato de los hechos, y corresponde a este determinar si existe una norma aplicable al caso en favor de su cliente, así como si existen pruebas que acrediten esos hechos —sobre todo pruebas documentales—. Con frecuencia, los testigos, incluso si son familiares o amigos del cliente, y aunque se supone que conocen los hechos, se niegan a proporcionar sus datos o a declarar, pues no desean quedar involucrados en el pleito.

Conocer los hechos, conocer las pruebas que los sustentan y conocer la ley aplicable equivale, en el lenguaje de Sun Tzu, a “conocerte a ti mismo”.

El abogado, al escuchar al cliente en el relato de los hechos, debe indagar, en la medida de lo posible, cuál es —o cuáles son— los hechos desde la visión de la parte contraria: en qué, cómo o por qué considera ésta que el derecho le asiste. Esto es lo que Sun Tzu propone como “conocer a los demás”.

Ocurre a veces que el cliente no le explica al abogado ciertos hechos o situaciones que, de no tomarse en cuenta, pueden ser utilizados por la parte contraria —al contestar la demanda, al ofrecer pruebas o al formular argumentos jurídicos— para poner en riesgo el resultado del caso o incluso hacerlo perder. Eso, en la visión de Sun Tzu, equivale a “no conocerte a ti mismo”.

Durante el curso de un juicio, cuando el abogado de una parte interroga a un testigo ofrecido por la contraparte, la doctrina y los expertos recomiendan: no hagas preguntas si no sabes qué va a responder el testigo. Es decir, no vayas de pesca, como dicen en los tribunales orales norteamericanos. Esta expresión, aplicable a los que ahora existen en México, significa que el abogado no debe formular una pregunta si no tiene un margen razonable de certeza sobre cuál será la respuesta. En lugar de que el “pescado” muerda el anzuelo, es el abogado quien termina mordiendo el polvo. En palabras de Sun Tzu: “no conoces a los demás”.

En resumen, El arte de la guerra, si lo sabemos interpretar, es un auxiliar invaluable en el trabajo del litigante.

Posdata:
Este tipo de reflexiones, por desgracia, no se enseñan en las universidades. Se aprenden errando y acertando —a costa de nuestros clientes—, como sucede en casi todas las profesiones.

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