Prejuicios históricos

 


De niño, acudía a la escuela primaria de la señorita Padilla, quien, muy joven, había abierto las puertas de lo que después se convirtió en una acreditada institución educativa: Fray Pedro de Gante. Ignoro por qué decidió que su escuela llevara ese ilustre nombre, el de un fraile súbdito del imperio español, originario de la ciudad de Gante, que ahora es territorio de los Países Bajos. Este fraile, recién lograda la conquista de Tenochtitlán en 1521, llegó a estas tierras en calidad de misionero y dedicó parte de su vida a impartir educación a los indígenas.

En ese tiempo, México no existía como país ni España como nación, conforme ahora las conocemos.

Los que ahora nos denominamos mexicanos por nacimiento podemos, en la generalidad, considerarnos producto del mestizaje entre españoles e indígenas. En minoría, subsisten grupos de pueblos indígenas descendientes de los pueblos originarios o bien de otros grupos, como africanos o asiáticos.

A lo largo de nuestra historia, desde la conquista, ese mestizaje se ha ido difundiendo, como en el caso del hijo de un náufrago español que, pocos años antes de que Hernández de Córdoba descubriera Yucatán, alrededor de 1517, fue rescatado por indígenas mayas y reducido a la servidumbre por un cacique de esa región. Con el tiempo, se asimiló al grupo indígena al grado de casarse con una hija del cacique y formar una familia.

Este náufrago se salvó junto con otro español, Jerónimo de Aguilar, quien no quiso, no pudo o no tuvo la habilidad de adaptarse a la vida del grupo indígena. Por su condición religiosa de célibe, no se integró a ese entorno.

Cuando llegaron noticias de que naves extranjeras arribaron a Yucatán, primero con Hernández de Córdoba, luego con Juan de Grijalva y, en tercer lugar, con Hernán Cortés, Jerónimo de Aguilar logró incorporarse en la expedición del último. Por su parte, Pedro Guerrero no buscó esa salida; más aún, continuó adoptando su condición de maya, y se dice que incluso peleó al lado de estos contra los propios españoles.

Con esos antecedentes y otros muchos más, sin negar el genocidio de pueblos indígenas como resultado de la conquista española, apoyada por etnias indígenas como los tlaxcaltecas, es risible, a mi modo de ver, que a la fecha el expresidente y la flamante presidenta exijan disculpas por atrocidades cometidas hace 500 años y estén ofendidos porque el actual rey de España, Felipe VI, no haya contestado una carta del que “ustedes ya saben”, pidiendo, exigiendo explicaciones o disculpas por ese pasado.

Supongo que, en general, al pueblo español le importó poco si se invitó o no a ese rey a la toma de posesión de la presidenta. Supongo, de igual modo, que al pueblo mexicano le "valió" que viniera o no el rey. Esos protocolos, al menos a mí, no me quitan el sueño, y tampoco siento que nos hayan faltado al respeto porque el rey no contestó una misiva del 2019.

Me extraña que “el preciso” haya reclamado respuestas y haya puesto pausa en relaciones internacionales en el caso de España, pero no haya tomado en cuenta que envió misivas al presidente de Estados Unidos por el asunto del Mayo Zambada, y que nuestro vecino no le dio una respuesta, siendo que se trata de un asunto que implica intervención de agencias norteamericanas en asuntos internos de nuestro país. Extraña política diplomática, por decir lo menos.

A mis cuatro lectores, les ruego que, si alguno no está de acuerdo con lo que opino, le pido disculpas y le ruego no se moleste en hacérmelo saber, pues no pienso polemizar sobre este asunto, teniendo en cuenta la enorme cantidad de retos que el país tiene y los que debe afrontar, y ojalá los pueda resolver la nueva presidenta.

Posdata: Ya se aprobaron las reformas constitucionales del Poder Judicial y la Guardia Nacional; unos aplauden, otros las rechazan. Ojalá, a la larga o a la corta, esas reformas y las que vienen resulten beneficiosas para el país...

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Aniversario 89

Mi 65 aniversario como abogado

Vacaciones inolvidables