Aniversario 89

A mi familia

A mis amigos


Estoy de acuerdo con un escritor relativamente “chavo” pues anda por los 45 años que afirman que la gente escribe, no es para sí, sino para ser leído.

En mi caso, no soy escritor, si dejo constancia de mis ocurrencias se debe a mi constante instinto de enseñar a otros de lo que he acumulado de experiencias de la vida y de los libros, por si les llega a ser de utilidad.

Dejo que la pluma siga su ruta, no escribo cuidando sintaxis u otras reglas de quienes se dedican a esa labor. Procuro cuidar de que, quien dedique tiempo a leerme me entienda y para ello me preocupo de ser claro y conciso, salvo esas elementales reglas a lo demás no le he dedicado mucho tiempo.

Este día cumplo 89 años y sigo el consejo de una dama que pública escritos cada catorce días. Afirma que los que arribamos a la “Tercera edad”, aclarando que en mi caso tal vez debía hablar de la “octava edad” debemos tener presente lo siguiente: ¡No te mueras antes de tiempo! ¡Ojalá!

A esta edad es inevitable, supongo, que dediquemos de vez en cuando, o frecuentemente, algún pensamiento sobre nuestro próximo destino. Cuando se es infante, joven y aún en edad madura la muerte es un evento al que no le prestamos ni tiempo, ni dedicación, lo imaginamos, si acaso, muy lejano.

Eso cambia cuando arribas a la “Tercera”, o a la cuarta, quinta edad, etc. En mi caso, cada mañana tengo que levantarme, con ciertas dificultades, y lo primero que es cotidiana tarea es “espantar a los buitres” que están posados alrededor de mi lecho y cuyas “negras” intenciones son inocultables. Lograda esta tarea me dedico a las tareas habituales.

Vivo solo, pues perdí a mi “pareja” hace un lustro. Su ausencia es constante, pues después de que los hijos emprendieron sus vidas para construir sus propias familias ya sólo habíamos quedado ella y yo pero como fundidos en uno solo. Es curioso pero alguna vez leí que con los años la convivencia llega a producir un cambio en la apariencia física de la pareja al grado tal que en lugar de dos se vuelve uno. Así que ella sigue viviendo en mi y en realidad no estoy completamente solo.

Como dijera Abraham Lincoln, “no son los años en la vida lo que cuenta, es la vida de los años”, y en ese sentido estoy agradecido lo lejos que ya he llegado, no llevo la cuenta de cuantos años llevo encima, sino cómo los he vivido y “doy gracias a la vida”.

Por fortuna o por el azar todavía tengo la posibilidad de valerme por mi mismo y en mi actividad diaria me traslado a la oficina y atiendo a quienes solicitan mis servicios de perito en el asunto de falsedad de firmas. Puedo vivir de mi pensión, pues desde hace poco más de 30 años de que la disfruto. La gane honradamente y con mucho esfuerzo y me ha redituado con creces. No es por necesidad que trabajo, sino por mantenerme ocupado, por sentir que todavía soy útil.

Me estresa acudir a audiencias en los Tribunales a responder y defender mis dictámenes periciales, pero la adrenalina de la esgrima de responder preguntas la vivo como una partida de ajedrez, cada momento es un reto, si muevo una pieza y me equivoco, puedo perder, y desde niño nunca me ha gustado perder, y por eso, no apuesto en juegos de azar porque no me gusta perder, apuesto cuando supongo que mis conocimientos me aseguran, hasta donde eso es posible, ganar. En el fondo, los abogados litigantes (y también los peritos), nos dedicamos a competir en “juegos de ajedrez” y eso para quien le ha dedicado la vida, no tiene precio.

La posible lección que puedo heredar a los seres cercanos, a mi familia y amistades, no es lo que predico, sino de lo que soy ejemplo en el sentido positivo, y que dispensen errores, fracasos y debilidades; que aprovechen lo que les beneficie y rechacen lo reprobable.

Todo lo anterior como frecuentemente se dice “con todo respeto”, pues entre paréntesis, una cualidad que ojalá cultiven es “no te tomes demasiado en serio, no vale la pena”, máxime que nacimos desnudos y nos vamos igual, y ojalá no digan en el recuerdo “no sacaba un perro de una milpa”, o “no atajaba una changa a cachetadas”, o “no sacaba buey de barranca”.


Gracias

6 de mayo de 2024

P.D. Una de mis distinguidas “4 lectoras” me envió el resumen del libro “Por qué corre Samuelillo”, novela que mi madre me aplicaba para reflejar lo que ahora se denomina síndrome de hiperactividad. Este “padecimiento” se me ha ido acabando con la edad, pues ella a nadie perdona.

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