El SNTE, la CNTE y el poder

Cumplido el primer lustro de los años ochenta del siglo pasado, a los directores del nivel medio de educación de las escuelas secundarias federales, estatales, municipales y hasta las particulares, la Secretaría de Educación Pública en el estado de Coahuila en una de sus periódicas reuniones (afortunadamente, pocas), por conducto del director de esa área, el profesor Ricardo Caballero, nos planteó la pregunta: ¿cuál o cuáles son los principales problemas que enfrenta el sistema de educación media? Para responder a esta inquietante e importante pregunta, nos organizaron a la treintena de directores de escuelas de ese nivel en cinco o seis equipos, los cuales debíamos discutir y presentar al final, por escrito, las conclusiones de cada equipo.

Abominaba esas reuniones pues duraban un mínimo de 5 horas. El gremio magisterial, sobre todo algunos de ellos, se enzarzaban en largas e interminables disquisiciones, generalmente deshilvanadas, inconexas y repetitivas. Era imposible lograr que esa verborrea pudiera contenerse. Un maestro que no lograba desahogarse en esas juntas, a mi modo de ver, se veía a sí mismo frustrado. Pensaba que con una hora bastaba y sobraba para acordar propuestas y soluciones, las mismas que de reunión en reunión se sucedían como un círculo vicioso.



En esa ocasión, tenía pendientes ajenos a los problemas académicos, por lo que al equipo al que quedé asignado le pedí ser el primero en intervenir, pues me iba a ausentar. Los demás socios del equipo no pusieron reparo y entonces expresé: "Los problemas de la educación media y en general son múltiples, pero el primordial radica en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el SNTE."

Argumenté institucionalmente que, de acuerdo con la ley, la rectoría de la educación corresponde al Estado a través de la Secretaría de Educación. Sin embargo, lo que ocurre en la realidad es que el 80 o el 90% de las decisiones y acciones, desde los planes y programas que se aprueban y se ejecutan, así como los nombramientos de directivos nacionales, estatales y municipales, así como de todo el personal de las escuelas de todo el país, está en manos del SNTE.

¿Cómo es que el poder ya no lo tiene en sus manos el Estado, sino el SNTE? Desde luego, eso fue sucediendo a través de años y debido a varias situaciones, pero la básica resultó que el propio Estado se dedicó a controlar al SNTE como maquinaria de asegurar votos en las elecciones para el partido oficial PRI. Y para ello, la vía fue construir desde el interior del sindicato una estructura donde la dirigencia nacional, integrada por el secretario general y una serie de secretarios, de 10 a 15, el de organización, de trabajo y conflictos, de gestión social, cultural, de vivienda, etcétera, coparon los puestos en una camarilla o élite donde sus integrantes, en cada elección, cambiaban de lugar, pues casi eran los mismos, y ese esquema se reproducía en los cargos seccionales (uno o varios por estado de la República) y en las delegaciones de los diferentes escuelas o centros de trabajo.

Asimismo, para que el Estado consiguiera el control político del SNTE, le hacía concesiones: plazas, puestos de comisionados, estímulos económicos, becas, apoyos de préstamos hipotecarios y de toda índole para los trabajadores. Pero éstos los administraban las élites sindicales nacionales, seccionales o delegacionales a favor de incondicionales.

La decisiva concesión del Estado en la entrega paulatina del poder al SNTE aconteció cuando le cedió la facultad de que cualquier plaza de nueva creación o de las que se desocuparan, del nivel de directores a modestos intendentes, tenía que ser a propuesta del SNTE o de la comisión entre SEP y SNTE, en caso de plazas escalafonarias.

Salvo las cabezas de la administración de la SEP, que eran designadas por el poder ejecutivo nacional o estatal según correspondiera, el resto casi todo quedó en manos del SNTE.

Ahora bien, ¿quiénes son los que han dirigido la educación durante decenios en este país? ¿Quiénes se han desempeñado en los altos cargos de la SEP y del SNTE? Por parte de la SEP, políticos a veces sin desempeño académico o sin mayor conocimiento de la problemática de la educación en general o de la media, lo que en este caso nos interesa. Por la SNTE, en general, las élites no la integran educadores de reconocida capacidad académica, sino que ésta ha quedado en manos de lo que se conoce como la kakistocracia, el gabinete de los peores.

En efecto, esas élites se caracterizan por su aversión a las aulas. Arribando a los puestos directivos del SNTE, saltan de un hueso a otro o se convierten en eternos comisionados, y vegetan así hasta la jubilación; de ellos, los dirigentes sólo esperan fidelidad hasta la ignominia.

El SNTE defiende a todo agremiado, así sea de abominables conductas de agresiones sexuales, abusos de confianza, robos, etcétera, donde el docente imputado sólo resulta cambiado de centro o escuela.

No existe director que pueda exigir puntualidad y asistencia a su personal, pues si lo hace, lo sanciona de acuerdo al reglamento y aun contando con los "pelos de la burra en la mano", el SNTE logra anular sanciones y ocurre frecuentemente que el director resulte ser el castigado, o sea, se le asigne a otra escuela o se le ponga a disposición, es decir, en la banca. ¡Bendito país! ¿Y la SEP? Bien gracias, ya que si interviene es para recomendar al director "que arregle el asunto pacíficamente", o sea, "aquí no ha pasado nada".

Ahora bien, ¿qué acontece con la esencia del asunto educativo, o sea, la calidad de la enseñanza? Esta ha caído poco a poco, pues los emolumentos del magisterio casi no crecen, el adquisitivo siempre está en constante merma, no se reconocen los méritos académicos y, en cambio, aquellos que medran por falta de vocación o dedicación son los que reciben beneficios o premios, o se les perdona toda deficiencia, torpeza o dolo.

¿Cuál es la solución? Muy difícil pregunta. El SNTE se ha convertido en un leviatán. Tal vez se requiera de una fuerte y decidida voluntad política de recuperar la rectoría del Estado, es decir, del poder. Se puede, pero eso requiere de habilidad, paciencia y firmeza, de que esa voluntad política tenga claro que es posible que su sexenio no baste para el logro total del objetivo, pero México lo exige, y en tanto se posterga que miles y miles de jóvenes, sobre todo los de los estratos de pobreza, encuentren en la educación la vía de lograr salir de ese entorno económico. Y me refiero a que encuentren una educación de calidad, donde desde el niño más humilde acceda a manejar los instrumentos tecnológicos del mañana.

Seguramente eso llevará décadas, pero si no empezamos ahora, más tardará y costará llegar a la meta. Terminé mi larga exposición. Un miembro del equipo expresó: "Qué bien redactado y eso propondremos." Les dije: "Piénsenlo, discútanlo y propónganlo, no se olviden que pertenecemos al SNTE y que nuestros cargos son el hilo más delgado."

Cuando regresé, pregunté. Me dijeron: "Ya hicimos la propuesta."

Pasaron los días, meses y años y jamás supe de respuesta alguna. Cabe decir que fue Calderón el primero que intentó recuperar la rectoría del SNTE, pero pudo más Elba Esther que Josefina. Con Peña Nieto, que envió a la cárcel a Elba Esther, trató de someter al SNTE, lo logró en buena medida, pero no pudo con la CNTE (la coordinadora), que como hijastra del SNTE tiene los vicios de su madrastra y agregados los propios. Los resultados siguen a la vista: Oaxaca, Chiapas y Guerrero, dominados por la CNTE, son los estados más atrasados en materia de educación.

Esta reflexión me la ocasionó la novela del colombiano Héctor Abad Faciolince, "El olvido que seremos", cuando al ir leyendo su relato me topé con estos párrafos:

"La decadencia que hubo en Colombia, hacia los años sesenta y setenta, de la educación pública, se debió a los profesores mal pagados y mal escogidos, agrupados en sindicatos voraces que permitían la mediocridad y alimentaban la pereza intelectual debido a la falta del apoyo estatal, que ya no veía en la instrucción pública la mayor prioridad (pues las élites que gobernaban preferían educar a sus hijos en colegios privados y que el pueblo se las arreglara como mejor pudiera), a causa también de la pérdida del prestigio y el estatus de la profesión de docente y la pauperización y crecimiento desmedido de la población más pobre. Por este conjunto de motivos y muchos otros, la escuela pública y laica entró en un proceso de decadencia del que todavía no se recupera."

Ojalá la educación del siglo XXI, con el apoyo de las nuevas tecnologías, transite hacia una educación de calidad y universal, que como su nombre lo indique, llegue a todos en este país y sea pilar de una sociedad más equitativa y más justa.







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