El libro del sepulturero



Recién terminé la lectura de una novela titulada El libro del sepulturero, cuyo título, a mi juicio, resulta poco atractivo para emprender la tarea de conocer su contenido. Sin embargo, los elogiosos comentarios sobre el tema que aborda, resumido en una novela policíaca centrada en el personaje principal, un detective que aplica las enseñanzas de su maestro, el austriaco Hans Gross, autor de la obra Manual del juez, despertaron mi interés. Gross publicó este manual a principios de la última década del siglo XIX, ganando rápidamente celebridad por la novedad de su contenido. En mi pequeña biblioteca lo atesoro como un hallazgo en las librerías de viejo.


La mención de Hans Gross atrajo mi atención debido a mi afición por la criminología y la criminalística, ya que conocía la existencia real de este personaje. Gross, quien se desempeñó como juez instructor durante el gobierno de Francisco José en el Imperio Austrohúngaro, se percató de la necesidad de llevar a cabo investigaciones criminales bajo estándares de aplicación de los conocimientos de diversas ciencias, denominadas ciencias forenses en el enfoque de la investigación de delitos.

A pesar de que ha pasado cerca de un siglo y medio desde la propuesta de Hans Gross, la idea de que el investigador de un delito ya sea policía, juez o defensor debe ser un estudioso de las ciencias criminalísticas o forenses como la medicina, la física, la química, la balística, etc., es imprescindible para llevar a cabo pesquisas sobre hechos presumibles como delitos. Sin embargo, todavía subsiste en la policía la idea de “detener para investigar”, cuando debería ser “investigar para detener”. Además, en el ámbito judicial, la criminalística es prácticamente una ilustre desconocida.

Volviendo a la lectura de la novela, la trama se desarrolla en la ciudad de Viena, cuando la música del vals de la familia Strauss dominaba por completo no sólo esa ciudad, sino toda Europa. De repente, el asesinato espeluznante de varias jóvenes mujeres en condiciones misteriosas puso en vilo a los habitantes de esa urbe, enfrentados a un asesino serial similar al que asoló Londres hacía pocos años, a manos del famoso Jack el Destripador, asesino que no había sido identificado ni aprehendido. El autor de la novela nos muestra las investigaciones con la aplicación correcta de las enseñanzas de Hans Gross, aunque equivocadas en su interpretación, pero que finalmente conducen a un resultado feliz.

En la novela se anticipa que el oficio de sepultureros se encamina a su desaparición debido a cambios en la cultura de ritos y costumbres alrededor de la muerte, el duelo y la sepultura. La forma en que enfrentamos la muerte y las ceremonias de cremación están sufriendo cambios acelerados.

Estimado lector, la novela es recomendable por muchas razones, entre otras, el reto de descubrir al asesino antes de que el relato novelesco nos lo haga saber.

Posdata: Dedico estas líneas al doctor López Gatell, sepulturero mayor de la epidemia del COVID-19.

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