Una pesadilla


En esta ocasión, me viene a la memoria lo que me deparó el destino en el desempeño de un cargo en el Instituto de Estudios Superiores de Seguridad Pública, cuyas instalaciones se ubican en el municipio de Matamoros, Coahuila, a orillas de la carretera de Torreón. El objetivo principal de esta institución es preparar elementos en seguridad pública, principalmente policías, con la particularidad, en esa época (año 2000), de que los estudios estaban programados para alcanzar el grado de licenciatura.

En aquel tiempo y aún en la actualidad, los policías recibían un curso de entre dos y cuatro meses como entrenamiento previo al servicio, excepcionalmente de mayor duración, entre seis meses y un año. En ese lapso se les ofrecían ocasionalmente, y sin una planeación técnica o profesional, cursos aislados de diversas materias, como derechos humanos, balística, conducción de vehículos, etcétera. Estos cursos, por lo común, se impartían en un período de dos o tres semanas.

Lo anterior da una idea de que nuestra policía, a nivel municipal o estatal, contaba con una preparación deficiente. Este panorama no ha variado mucho hasta la fecha, sobre todo ahora con el modelo de la Guardia Nacional, a pesar de que el programa de estudios para los elementos de esa guardia se ha planeado con expectativas de nivel de licenciatura, preparación que, por ley, se imparte en instalaciones militares.

Basta preguntarse la manera en que cualquier institución educativa, con instalaciones centralizadas en la capital del país o en distintas regiones, sería capaz de profesionalizar alrededor de 100,000 elementos en un plazo de tres o cuatro años. ¿Podrá hacerlo a nivel de licenciatura y sólo a nivel federal? Presumiendo que no se ha contado con el personal docente necesario para lograr esa hazaña, la respuesta salta a la vista: no.



Las autoridades han afirmado que no solo lo intentan, sino que lo logran. Pretenden crear una realidad virtual, pero los hechos demostrarán lo contrario.

Después de casi cinco años de una política de seguridad pública de "abrazos, no balazos" y de entregar el asunto de la delincuencia organizada a un esquema de militarización de la policía en manos de los militares, los resultados demuestran el fracaso de esa visión. Aunque como meta a largo plazo pueda ser plausible, a corto plazo, en sus efectos ha sido funesta. La delincuencia organizada ha crecido al grado tal que ahora controla territorios, poblados y regiones del país donde anteriormente no lo hacía. A veces competía con el poder público, pero ahora en estas zonas la balanza se ha invertido.

El peligro acecha en un futuro inmediato, durante el cambio de gobierno sexenal, cuando los militares, que han crecido en poder económico y político, consideran que ellos son los que deben gobernar debido a la inutilidad de los políticos civiles. Existe el riesgo de implantar un régimen dictatorial conformado por camarillas de generales y coroneles, tal como ha sucedido en países de América del Sur, con la consecuencia de represiones, persecuciones y aniquilamiento de opositores reales o supuestos. Es una tiranía tan difícil de imaginar que no me atrevo a hacerlo, y sé que describirla sería tentar a la mala suerte.

Es un problema grave que ha crecido como la hiedra y, al igual que la mitológica Medusa, a pesar de prometer cortar de tajo todas sus cabezas, ha salido más fortalecido y multiplicado.

¿Dónde encontraremos un "Chapulín Colorado" que nos saque del atolladero? Te anticipo que ese héroe no existe como tal. Lo encontraremos entre nosotros, los ciudadanos, cuando dejemos de lado nuestra apatía y nos convirtamos en vigilantes de tiempo completo de aquellos a quienes designemos como autoridades. Si nos defraudan, los llevaremos ante la justicia, porque mientras se escuden en la impunidad y no se les reclamen sus atrocidades, seguiremos igual o peor que estamos ahora.

PD: Creo que este no fue mi día. Ojalá que lo que escribí sea solo una pesadilla.


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