El plagio


El diccionario define el término plagio como la acción de copiar en lo substancial obras ajenas dándolas como propias.

Se trata de una acción que las leyes consideran como delictiva o cuando menos ilícita, desde luego ello habla de un robo de “ideas” y de fraude pues pretende engañar a terceros ostentando una obra, o trabajo, o investigación como propia cuando no lo es.

En un profesionista que ejerce su ciencia o arte ante la sociedad y donde se requiere acreditar que ha cumplido requisito de haber elaborado una tesis y haber aprobado el examen de grado a fin de acceder al otorgamiento de una cédula profesional que lo autoriza ante los ojos de la comunidad para ofrecer servicios, el plagio es inadmisible pues es una falta grave a la ética, a la honestidad y probidad que debe cumplir todo profesional. Inclusive es usual que, al concluir su examen final, si es aprobado, rinde un juramento que por su solemnidad entraña un compromiso del deber de cumplir en el desempeño de su ciencia con máxima capacidad y eficiencia que el título que acaba de adquirir lo exige.



Es inconcebible que un integrante de la Suprema Corte de Justicia de una Nación sea cuestionado como plagiario de la tesis por la cual obtuvo el grado de licenciatura en Derecho, el que además es requisito para poder ser nombrado ministro, continué en el desempeño en el desempeño de su cargo.

En países del primer mundo el ministro al que se hubiere cuestionado un plagio de la naturaleza que se ha mencionado hubiera sido suficiente para que éste, de inmediato, hubiera renunciado o cuando menos solicitado un permiso para que se investigara sobre la existencia del plagio, si es que negara ese hecho.

En un país “bananero” el titular del gobierno “padrino” del ministro cuestionado se aprestaría a defenderlo a capa y espada bajo argumentos: “pecadillos de juventud”; “no se puede comparar el ilícito del plagio con robo al erario, o actos de enriquecimiento indebido”, lo que lo convertiría en protector de lo “impresentable”

Más aún, el ministro (hipotético) a pesar de que la tesis objeto de la acusación de plagio resulte idéntico en casi su totalidad al original y con la agravante de que esa tesis aparezca sustentada en otras varias ocasiones lo que pone en el escenario un posible tráfico de tesis en la prestigiada Universidad donde el ministro “estudio” su carrera.

El colmo es que si el ministro sigue en su cargo, la Suprema Corte sufre menoscabo en su principal blasón, el de que sus miembros lo integran juristas intachables e imparciales; además, una universidad en la lista de las 100 mejores del mundo resultaría con una “mancha en la piel del tigre”. No está lejos el que el “ministro” plagiario exija a la comunidad que le pida perdón, cuando resulte “exonerado” (?), por habérsele afectado en su buen nombre y fama.

No cabe duda de que hablamos de un país “bananero”, categoría oprobiosa del que México, por supuesto es ajeno gracias a que tenemos un “pueblo bueno y sabio” y un dirigente de “honestidad valiente”.


¡Saludos a mis cuatro lectores!


P.D. Reciban este mensaje con dedicatoria de amor y amistad, con abrazos… y sin balazos.





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