La meritocracia y la kakistocracia

En nuestro mundo, en el de la realidad, la del plano objetivo, nos encontramos, a veces, en el dilema de confrontar la meritocracia y la kakistocracia, o sea, el trabajo o la labor de los mejores, frente a los peores; sin embargo, ésta no es la única cuestión, pues pensándolo bien no representa problema, pues obviamente escogeríamos a los primeros; en efecto, desde que el hombre habita este planeta la sobrevivencia planteó la necesidad de que unos dirigieran al grupo. Al principio, la comunidad la constituían apenas unos cuantos y la decisión de elegir al jefe se decantó por el más inteligente, o el más hábil en pescar o cazar, o bien, el más fuerte físicamente, o el más astuto, o el más prudente, y éste, con el tiempo, acumuló prestigio, prebendas o canonjías, las que despertaron la envidia, la codicia, o los celos de otros, que podían tener o no los méritos para conducir al grupo, pero sí la ambición de desplazar al dirigente.

Así surgió la clase dirigente política, o religiosa, y no es misterio que el “arribista” al poder temiera perderlo frente a otro u otros con mayores merecimientos y la lógica, derivada del conocimiento de la naturaleza humana operó en que el líder se rodeara de unos pocos que lo defendieron de “asaltos” a su poder, y esos guardianes o protectores los encontró en los familiares, o en aquellos que le guardasen fidelidad, no importaba que fuesen de menor mérito que otros ajenos, o de plano, del sector de la kakistocracia, o sea de los ineptos.





Al paso de los siglos el crecimiento demográfico produjo comunidades que ahora conocemos como ciudades, algunas de millones de habitantes, lejos de las “polis” o ciudades de la antigua Grecia, de unos centenares, o pocos miles. Con ese desarrollo los requerimientos de salud, seguridad, economía, cultura, etc., se multiplicaron y nacieron instituciones que por su complejidad exigieron personal capacitado en múltiples campos del saber.

El conocimiento de las ciencias pudo lograr, por ejemplo, que las sociedades lograran desentrañar por qué existe el día y la noche, las estaciones del año, los cometas; la causa de enfermedades derivadas de microorganismos que eran invisibles a simple vista; se crearon vacunas, e incontables medicinas con el conocimiento de procesos químicos, biológicos, etc. El poder del conocimiento fue también un escenario en la lucha por el poder político, considerado éste como el instrumento que se construyó para asegurar el favor de algunos grupos sociales, la consecución de beneficios comunes. Así, conocemos la historia del cómo, porqué, cuándo y dónde surgieron los actuales países o naciones, y con ellos diferentes sistemas de gobierno: monárquicos, republicanos, autoritarios, dictatoriales y democráticos.

De sobra es conocida la frase se de uno de los más famosos lideres políticos del siglo XX, Winston Churchill, cuando contestó la interrogante sobre cuál debía ser el sistema de gobierno: “el democrático, porque es el mejor de todos los peores”.

Actualmente nuestro país se encuentra inmerso en la llamada “Cuarta Transformación”, o “4T”, que supone, según su líder, lograr el viejo anhelo de que la población del país, de alrededor de 130 millones, alcance niveles de oportunidades y condiciones de vida que aseguren bienestar y paz para todos, a pesar de que más o menos el 50% vive en condiciones de pobreza (o de plano en miseria),

Esta propuesta fue respaldada por una mayoría indiscutible, cansada de una caterva de líderes de derecha y centro que se dedicaron a enriquecerse y protegerse y así obtener el mayor porcentaje de la economía y la industria del país.

Casi se van a cumplir cuatro años de los seis que la ley señala como período de gobierno, y nuestro presidente, hayamos o no votado por él, sigue conservando bastante popularidad, pero no así el desempeño de su gobierno.

Pienso y no es mi propósito discutirlo, que es el político más hábil de los últimos 40 a 50 años, con una notable retórica. Desde su desempeño como jefe de gobierno del Distrito Federal, impuso sus “mañaneras” y la “agenda” de cada día. Desde esos tiempos mostró inusitada cualidad para evadir escabrosos temas, de lo contrario, que lo digan los casos de muy cercanos colaboradores, como el “señor de las ligas”, o el secretario de finanzas y apostador en Las Vegas, que a otro le hubiera costado el puesto, pues pudo esquivar responsabilidades, como hasta la fecha, bajo el eslogan “no somos iguales” (a mi juicio, es cierto; “son peores”).

Dos píldoras ilustran el derrotero de su trayectoria política, como cuando afirmó sin tapujos: “para mí lo más importante es la lealtad, no la meritocracia”, de ahí que su chofer, alcanzada la presidencia, fuese nombrado director de área, y en ese tenor la kakistocracia derrotó por “goliza” a la meritrocracia.

La otra píldora, la constituyen sus tres “proyectos” faraónicos: el aeropuerto “Felipe Ángeles”, el “Tren Maya” y la refinería “Dos Bocas”, pues de pasar a obras con presupuestos de austeridad van a costar, como si contasen con fondos de jeques árabes. Y falta ver sus resultados: el costo-beneficio para el país.

¿Quiénes son los que proyectan, desarrollan y operan estos proyectos? ¿es acaso el personal más calificado, el qué conoce más de esos asuntos, de complicadas tecnologías? Asómbrese lector, nuestro líder máximo los encontró todos en una sola institución, pero no en la UNAM, el POLI, u otra similar, no, donde menos se nos pueda ocurrir. Con su clarividencia y “olfato” de sabueso los ubicó en el Ejército y en la Armada.

Si fuera extranjero de seguro me quedaría estupefacto ¿En el Ejército y la Marina?, ¿Acaso los mexicanos están locos?

Por supuesto que no, no estamos locos, lo que pasa es que nuestro líder “tiene otros datos”.

¡Bendito país, no te acabes!

Saludos afectuosos desde mi nivel de kakistocracia.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Aniversario 89

Mi 65 aniversario como abogado

Vacaciones inolvidables