Sospechosismo

 
Sorpresivamente, hace unos días, se ha hecho pública la noticia de que la fiscalía de los Estados Unidos, ante tribunal de la ciudad de Nueva York, se desistirá de los cargos por delitos graves, delincuencia organizada, lavado de dinero, entre otros, en contra del ex secretario de la Defensa mexicano, General Cienfuegos, en consideración de política exterior.

Por su parte, Marcelo Ebrard, Secretario de Relaciones Exteriores, señaló en una de las “mañaneras”, a pregunta expresa de un periodista, precisó que las únicas consideraciones de política exterior consistían en preservar el convenio que México tiene en Estados Unidos en tareas de cooperación en el combate de la delincuencia organizada. Esta declaración fue respaldada en ese acto, de inmediato, por el presidente quien afirmó que ese desistimiento de la acción penal, acto sin precedente, no oculta ningún acuerdo, sino en acatamiento a los principios de la 4T, de transparencia.

A nuestra consideración y el uso de nuestro derecho humano de sospechosismo, no me convence la decisión de los Estados Unidos bajo el argumento de que los posibles delitos que el general cometió son competencia de México y no de los Estados Unidos, pues de acuerdo con la ley mexicana y la norteamericana, también pueden ser competencia del vecino país, pues los efectos de las posibles acciones delictivas tendrían consecuencias dañinas para ellos y en su propio territorio.

Los Estados Unidos también se han distinguido por manejar sus intereses utilizando el ámbito de la justicia de una manera rígida, como en el caso Camarena, o elástica, aplicándola a otros posibles delincuentes políticos, para confiscarles bienes, casas, dinero, joyas, etcétera, ubicados en su territorio, pero producto de acciones contra el erario nacional o de otros orígenes ilegales, pero realizados en México; o bien, para golpear a México en el plano diplomático.

De México, de su gobierno, del color que sea: rojo, blanco o morado, tampoco me fío. En el caso de Cienfuegos, en la primera “mañanera” en que nuestro ilustre presidente dio a conocer su detención en los Estados Unidos, se congratuló de que sucediera, porque era un ejemplo más de la “corrupción del gobierno de Peña Nieto”. Al día siguiente, reculó, es decir, se desdijo disimuladamente, pues defendió la “inmaculada concepción” de la institución castrense.

La élite del ejército, por su lado, nunca ha expresado públicamente cosa alguna, pues es casi seguro que en lo privado su enojo fue mayúsculo, por involucrar a uno de sus distinguidos miembros y manchar la honorabilidad institucional.

Así que, a ninguno de los actores de este sainete, que nos ha traído un descrédito internacional, les creemos. La pregunta sigue en el aire: ¿Entonces por qué Estados Unidos lo dejar ir?

Nuestro sospechosismo crece al cuadrado. Una de nuestras hipótesis es que el ejército mexicano que tiene ahora en nuestro país un enorme peso político, más todavía que el militar, debido a que Calderón lo sacó de su ostracismo, Peña Nieto no pudo devolverlo a los cuarteles y López Obrador, contra su promesa de campaña, no sólo no los sacó de las calles (hay que recordar que ofreció retirarlos de las calles y dedicarlos a sus funciones), sino que los disfrazó de policía con la cubierta de Guardia Nacional. Y no ha parado de dotarles de presupuesto, armas, equipo, sino también para ejecutar toda clase de tareas, construir aeropuertos, oficinas bancarias para la Secretaría del Bienestar, etc.

Cienfuegos, en mi teoría sospechosista, debe su liberación al ejército, y de seguro el precio de esa factura la cobrará los Estados Unidos a México de muchas maneras. Una de ellas, ya la está pagando, pues México destinó un buen porcentaje de elementos militares, disfrazados de Guarda Nacional, como el “muro” de Trump para impedir la llegada de inmigrantes centroamericanos.

En mi acendrado sospechosismo, también quedará parte del pendiente de pago a cargo de nuestro ejército: el reconocimiento de que el jefe de gobierno, tarde o temprano, llegue a manos de un miembro castrense, y éstos son muy adictos de apoyar a las dictaduras militares. Pobre de la justicia, “tan lejos de Dios, de María Guadalupe y tan cerca de los políticos y de los Estados Unidos”.

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