La historia lo juzgará. ¿Lo absolverá?
Estoy seguro: en algún lugar del Tesoro
de la Juventud -me encantaba leerlo en mi infancia-, decía que el himno
mexicano era el segundo más hermoso del mundo, detrás de la Marsellesa. Pero
ahora, leo en la post ancianidad una hermosa novela de tipo biográfica, El
olvido que seremos, de un literato colombiano Héctor Abad Faciolince, donde
para mi sorpresa, dice que en el colegio donde estudió, en su natal Antioquía, se
decía que el segundo himno más bonito era el colombiano.
Cosas “veredes” Mío Cid, pues la Marsellesa
no se escribió para servir de himno nacional, a diferencia del mexicano, en que
la esposa de Bocanegra lo encerró en su habitación “a pan y agua” hasta que el
poeta cumpliera con escribir con uno destinado a competir en un concurso
nacional, para escoger la mejor pieza.
Cuando infante proliferaban las películas en inglés. En ellas se exaltaba el valor y el heroísmo del hombre “blanco” sobre las hordas de apaches o de tribus africanas. En las escenas finales, los acordes de los himnos de los Estados Unidos o de la Gran Bretaña, pasaban a convertirse en imágenes imborrables y modelos para el porvenir. Lo que hace la propaganda, pues esas películas merecían más bien el desprecio, ya que dibujaban a los pueblos africanos, asiáticos o hispanos, como hordas salvajes, asesinos irredentos, ignorantes, crueles, a pesar de que la realidad histórica, hasta donde es posible conocerla, ha sido de “blancos” colonizadores, explotadores, genocidas. Ésta perdura en buena medida hasta la fecha, pues basta enterarnos, en forma reiterada, de la manera en que el presidente de la primera potencia mundial califica a nuestros connacionales que buscan en ese país el “sueño americano”. Por eso molesta el increíble auto servilismo, así sea expresado en el lenguaje diplomático, pronunciado por nuestro presidente: que de ese representante del “poder blanco” siempre hemos recibido un “trato digno y respetuoso”, que no nos han tratado como una “colonia”. La realidad es que México ha tenido que destinar miles de elementos de la Guardia Nacional, como “muro humano”, para impedir que transiten indocumentados centroamericanos por nuestro país de camino a Estados Unidos, decisión derivada de una extorsión descarada: o “te arrodillas, o te elevo los aranceles a tus productos”. Por eso es inimaginable que nuestro jefe de Estado lo compare al “amigo hombre blanco”, con los mejores prohombres de su país. Bastaba ser cortés y no optar por una actitud de un servilismo.
Coincido
en que no era prudente la confrontación en una visita al país vecino, pero si
en las personas existe el límite de no caer en la humillación o en la
indignidad, lo es mucho más cuando se habla a nombre y representación del país,
de la nación. Como dijo Fidel Castro, “la historia lo juzgará”. Entre
paréntesis, no imagino a este líder cubano colocado en el predicamento de expresarse
así, como fue lo que aconteció.
P.D. Eso sí, el discurso concluyó con: “Viva México”. Triste consuelo.
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