La cárcel

Leí hace poco un libro escrito por un psicólogo y en él refiere que el sueño y su interpretación, aún cuando no se profese freudiano, es uno de los hallazgos psicológicos más importantes, con la salvedad de que no todo tiene origen sexual. Aconsejaba recordarlos, meditarlos y escribirlos.

Así, ayer, soñé que estaba en una ciudad, que no podía identificar. Alguien me entrevistaba y encomendaba que localizara y obtuviera la libertad de una persona, añadiendo que sabía que estaba en prisión, aunque no cuál, y para resolver el asunto me daba una importante cantidad de dinero.

Para ubicar al sujeto, acudí a dos de los que por años llamábamos perjudiciales, es decir, policías judiciales, quienes fuera de su tarea oficial, mediante una feria, eran sabuesos ideales. Los perjudiciales, en mi sueño, eran dos, pues siempre trabajan en par, son “pareja” y así se hablan entre sí:

- ¿Quiúbole pareja? ¿localizamos a ese güey?

- ¡Pan comido, pareja!

Por supuesto, eran como de 40 o 45 años, macizos, mal encarados, tendiendo a la obesidad, bigotones, con botas vaqueras, camisa y pantalón. A poco, con su información, ya estaba en un edifico viejo, de paredes altas, de muros húmedos, de olores inconfundibles a suciedad, descuido y basura. Y en ese sitio hablaba con una persona (supongo vigilante) y que a poco retornaba al vestíbulo donde me encontraba y me decía:

- Ya lo localicé, pero no quiere venir…

- ¿Cómo que no quiere venir? ¿Está enojado porque no lo localicé más rápido?

- No, me contestó. No quiere venir porque todavía tiene cosas qué hacer.

- ¿Cómo que tiene cosas qué hacer? ¿Qué no quiere abandonar la cárcel?

- Es que dice -agregaba el custodio- que no es por eso, es que tiene “cosas qué hacer”.

Despierto del sueño, y me intriga su significado. Reflexiono: ¡Allí es donde te quiero ver! Bueno, pienso, si de inventar finales, ese es mi mole, así que un poco de intriga no va mal.

El “preso”, no es en realidad un sujeto, soy yo, y la cárcel es la cuarentena. Y salir de ese sitio, es tal vez, todavía demasiado pronto y tengo aún qué hacer en la vida. No muchas, pues cómo escribe el psicólogo que mencioné: imagina la vida como una línea horizontal recta. Dibújala. El extremo izquierdo es tu nacimiento, y el derecho tu muerte. Ahora, en ese trayecto, señala dónde te encuentras en este momento. Obviamente, en mi línea, ya casi toco el extremo derecho.

En mi consciente, después de interpretar mi sueño, me sigo preguntando qué cosas tendré pendientes. Ya no me queda mucho tiempo para averiguarlo, pero eso es lo emocionante de la vida, no se sabe lo que se va a encontrar. Ojalá no sean sinsabores, malas noticias, nuevos corona virus, no se sabe. A lo mejor son las pequeñas cosas de todos los días, las que acarrean paz y felicidad, leer, escuchar música, convivir con los hijos, los nietos y los pocos amigos a los que inoportuno con mis repetitivos relatos, característicos de la edad provecta. Quién sabe.

No quiero anticipar, prefiero no saber, es la dicha de no tener a Casandra, advirtiéndome de lo que va a acontecer, es mejor la sorpresa. ¿Amaneciste, viejo?

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