El SIDI


Soy aficionado a la lectura. No soy crítico literario, ni de lejos… menos de cerca.

Desde niño descubrí lo que es del dominio general: que los libros despiertan la imaginación, y que, con el tiempo, la imaginación es la tarea más importante del cerebro, más que la inteligencia, superior a la memoria y la que permite vivir otras historias, viajar a otros lugares, y que bajo presión llega a resolver problemas que el trabajo cotidiano nos propone y a los que no encontrábamos solución.

Desde esa perspectiva, la lectura de novelas deja de ser un pasatiempo, un simple placer y se convierte en una fuente de experiencias, de recorridos y trayectorias en todas direcciones, gracias a la imaginación.

Acabo de leer la novela Sidi, y no voy a elogiar a su autor Arturo Pérez-Reverte, quien lo menos que necesita de mi parte es eso, pues plumas mucho más calificadas ya lo han hecho.
Qué pasa en esta novela. De inicio el autor anticipa: “es ficción”, y afirma “combino historia, leyenda e imaginación”.

Desde hace ayeres supe que, si la obra es una novela, el autor se permite ciertas libertades. Así me lo dijo alguna vez mi tío Carlos Orellana -famoso actor de cine y teatro- cuando me dio a leer un guion cinematográfico que había escrito y del que objetaba en aspectos legales que no se apegaba ni a la ley, ni a la realidad. El guionista o novelista imagina otros escenarios, otras historias, otros mundos, no realidad simple, aún cuando a veces, ésta es más sorprendente.

Así, pues, con la salvedad de que el relato del SIDI es una novela, y no pensemos que todo lo que en ella se explica es la “pura verdad histórica” y que en estas líneas tampoco lo voy a hacer, pues ojalá y despierte en algunos la curiosidad e imaginación para gozar de su lectura, que una vez iniciada es difícil no concluirla y de seguro en unos cuantos días se da cuenta de ella.

Sabía, vagamente que durante la Edad Media, cuando España no era una nación, son un mosaico de territorios gobernados por reyes u otro tipo de gobiernos árabes, éstos se encontraban en constantes guerras, hacían alianzas entre unos y otros -sobre todo católicos y mahometanos- y éstos luchaban contra otras alianzas parecidas. Esto me parecía inexplicable porque parecía como si se tratase de mezclar agua y aceite. Si quieres saber de ese tema, el SIDI te lo explicará y más aún, te dirá lo que significa la naturaleza humana sobre pasiones, acciones, conductas heroicas y ruines, sobre educación y cultura, sobre soberbia y humildad… en fin, sobre el mosaico que significa vivir en un “mundo duro”, como lo califica Reverte.

En un pasaje, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, o mejor dicho el SIDI, así con mayúsculas, en un diálogo dice:

- ¿Puedo confesaros algo, mi señor?”
-  Por supuesto.
- No hay hombre más cobarde que yo, en vísperas de una batalla.

Sé que este diálogo pudo no haber existido, es seguro imaginación del autor, pero no cabe esperar que lo pusiera en boca del “señor de las batallas”, sin embargo, se necesita leer la novela y entender el porqué de este diálogo.

El SIDI, a lo largo de la novela, se refiere a sí mismo como una persona con poco dominio de la diplomacia y de la política, pero cómo no deleitarse de los diálogos, de la ironía, la agudeza, el insulto, el halago, que a lo largo del relato aparece, al grado que otro personaje, ajeno a su grupo guerrero, le dice con admiración que ve en él a un hombre que sabe hablar con reyes y que con éstos es bastante difícil hacerlo.

Más aún, recuerdo que una vez leí que una de las virtudes guerreras de Napoleón es que recordaba el nombre de miles de hombres que formaban, o lo habían hecho, como soldados a su mando, y no sólo eso, sino que recordaba las fugaces palabras que habían cruzado, él como jefe y ellos como humilde tropa. El SIDI, le precedió, es que la realidad y la imaginación caminan, a veces, en rutas paralelas. Más importante es lo que se logra con un talento y eso también es motivo de entretenerse por la lectura que te propongo.

Todos, con un poco de imaginación, derivamos reflexión de lo mucho que se relata. A unos impacta lo que otros pasamos por alto, pero para todos hay material.

En estos días de “sano” recogimiento, obligado por una guerra invisible, sin un enemigo definido al que no podemos ni debemos enfrentar en el ámbito público, sino refugiados en nuestros hogares, convertidos en fortalezas medievales esperando que los virus sean derrotados, qué mejor que dedicar parte de nuestro tiempo a la noble y placentera tarea de leer una buena novela. Con un respetuoso saludo, midiendo la distancia, te agradezco si me has leído y te hice olvidar este mundo por otro de imaginación.

Arturo Pérez-Reverte. SIDI. Un relato de frontera. Alfaguara. Primera edición, México, 2019.

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