Acámbaro, Navidades

Acámbaro, mi terruño, era un lugar en que las navidades eran todo un acontecimiento. Para empezar, todos los días a partir del 16 de diciembre se organizaban posadas. Cada barrio, cada calle, organizaba todas las actividades que se requerían para ello: desde quiénes representarían a la Virgen y a San José en su ruta de pedir posada; del coro que se las negaría, pues “no vaya a ser algún tunante”, hasta el rezo del rosario no muy bien recibido por la “infantería”, así como las letanías que la tía solterona endilgaba a los presentes en las que aparecían menciones como “Arca de la alianza”, “Torre de marfil”, que a los ojos de alguien que no fuese católico resultaría de un lenguaje inexplicable. Después de cumplir con el protocolo religioso, venía la piñata, el reparto de bolos y juegos como los Encantados o los Venados. Esa era la mejor época del año. Seguido me sucedía que, siendo presa del síndrome de hiperactividad, era frecuente que, al caer la piñata bajo los...